Page 438 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        soy sordo», lo que significa aceptar que se participa en ambos grupos, los cuales son
        distintos de los otros. Sin embargo, para el caso específico de la identidad sorda es
        distinto decir: «soy Sordo» y más aún: «los sordos somos un grupo étnico». Entre los
        sordos Testigos de Jehová difícilmente se autodenominarán Sordos o pertenecientes
        a la etnia sorda, porque se encuentran al margen de las discusiones políticas de la
        identidad. Podrían reconocer estas categorías si antes o después de ser Testigos de
        Jehová participan en algún movimiento sociopolítico de la identidad. Si fue previo a
        su entrada a los Testigos de Jehová, es probable que el grupo religioso trate de bo-
        rrar su politización.

               Si apelamos a la etnicidad sorda, otros grupos, por ejemplo, los vagoneros,
        también la manifestarán fehacientemente en la práctica, más no en un discurso como
        tal. Es decir, la cuestión étnica referiría a un modo de vida cultural distintivo que
        simplemente se vive, pero es distinto cuando los sordos se reconocen como un grupo
        étnico convirtiéndose en un discurso político. El discurso que apela abiertamente a la
        etnicidad y al ser ubicados junto a los pueblos indígenas, está articulado por sordos
        con determinados capitales sociales, culturales y económicos (ver capítulo VII).


               Stewart (1992) sostiene que la «cultura sorda» no se descubrió, sino que fue
        creada con fines políticos. Empero, la cultura, la identidad o la etnicidad existen ahí
        en el mundo de la vida diaria independientemente de que se les conceptualice como
        tal y luego adquieran una utilidad política. Lo cierto es que arribar a los escenarios
        políticos con un discurso en esta materia, sí pretende influir en las decisiones de
        quienes están al frente de las instituciones públicas. Después de todo, no serían los
        sordos los únicos que acuden a las nociones de cultura, la identidad o la etnicidad
        para guiar su lucha. Por lo tanto, si apelamos a la existencia de una etnicidad sor-
        da, parece fundamental distinguir entre aquella que se ejerce exclusivamente en la
        práctica cotidiana y una que además se convierte reflexivamente en discurso políti-
        co aprendido y emulado. En este segundo caso es palmaria la influencia de académi-
        cos sordos y oyentes.

               En suma, para una teoría de la etnicidad sorda es necesario abordar por lo
        menos: 1) la producción estatal e histórica de alteridades, identidades y discapa-
        cidades; 2) las cercanías y lejanías con las comunidades indígenas, así como con la
        sociedad nacional y su cultura dominante; 3) el cruce con otros grupos minoritarios,
        ya sean religiosos, étnicos, indígenas u otros; 4) los usos estratégicos, públicos y
        privados, del discurso étnico, sordo y Sordo, indígena y de discapacidad en sus dos



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