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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo




          en el que la comunidad Sorda se enfrenta a sus promotores: comúnmente oyentes
          que ocupan papeles dentro de la medicina, empresas privadas dedicadas a la ven-
          ta de implantes cocleares o aparatos auditivos, terapeutas clínicos y logopedas,
          la educación, la familia o el gobierno. Sin embargo, uno de los efectos del ímpetu
          sobre la oralización ha sido su diseminación al interior de la comunidad sorda,
          generando distintos debates entre sordos; me refiero al uso de la voz. En este sen-
          tido, el tema a discutir no es la oralización, sino la voz a partir de los distintos usos
          y sentidos otorgados por los miembros de la comunidad. Su importancia radica
          en que, fincado a la hipoacusia, los aparatos auditivos y el implante coclear, el uso
          de la voz también forma parte de las discusiones acerca de quién es o qué signifi-
          ca ser Sordo. Si en los primeros capítulos de orden histórico predominó la «voz»
          médica autorizada hablando y decidiendo sobre la oralización de los sordos, en el
          presente interesa abordar qué es lo que los sordos tienen que decir acerca del uso
          literal de la voz.


                 Hasta cierto punto la voz y lo oral son sinónimos, pues en el estricto sentido am-
          bos conceptos aluden a la capacidad fisiológica de producir sonidos (fonemas) articula-
          dos por medio del aparato bucal. Empero, la voz, aunque preserva su sentido orgánico
          o fisiológico, a diferencia de la oralización, no refiere al resultado de una intervención
          clínica y pedagógica. Por otro lado, la voz se relaciona vigorosamente con la habilitación
          de una posición, lugar o autoridad para expresarse y ser escuchados en determinada
          arena social y pública. La voz adquiere, pues, un doble sentido: capacidad fisiológica y
          política de expresarse. En este sentido, la voz se desprende, aunque parcialmente, del
          espectro biopolítico que permanece incrustado en la noción de oralización.

                 Actualmente la lucha por la educación bilingüe esgrimida por MEBISOR y
          por la UNSM reivindica las señas como primera lengua y el español como segun-
          do idioma, pero sólo la lectoescritura; no así la oralización y la lectura labiofacial.
          Probablemente esta decisión se deba a que constituyen prácticas fonocéntricas vio-
          lentas cuyos resultados en el pasado han sido raquíticos. En todo caso, por distin-
          tas razones, al interior de la comunidad hay hipoacúsicos y sordos de nacimiento
          o postlingüistas, algunos apoyados con aparatos auditivos o implante coclear, que
          emplean su voz. Reconocer la capacidad fisiológica de vocalización de los sordos es
          el punto de partida para comprender en qué contextos son compelidos a utilizar la
          voz o literalmente a cerrar la boca; cuándo, por el contrario, estas dos posibilidades
          ocurren más bien como resultado de una reflexividad y decisión personal.




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