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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo




          tiva, no es observable y no perjudica a los oyentes, pero en el momento en el que
          esa «falla» imperceptible entorpece la comunicación con los oyentes, entonces se
          convierte en objeto de resarcimiento.


                 Con  relación a la oposición  entre  cultura y tecnología biomédica,  vale la
          pena retomar la postura de Mauldin (2012) quien indica que el implante coclear es
          tan cultural como las señas y también es proclive a generar comunidades. En este
          sentido, la cultura sorda es resultado de la vida orgánica de sus integrantes, pero
          también un recurso retórico y político de posicionamiento frente a fenómenos que
          se considere atenten contra su existencia. Como señalé, para diversos autores, la
          bifurcación identitaria y cultural basada en el implante coclear y en la continuidad
          dentro de la comunidad como sordo señante, parece ser el resultado o salida a una
          larga confrontación. No obstante, todavía queda a discusión si no es que el discurso
          bicultural sea un eufemismo que oculta el que todavía sigan siendo las personas sor-
          das las que deban de realizar mayores esfuerzos de adaptación lingüística y social.
          Qué sucederá, además, con quienes no están en condiciones de adquirir un implante
          coclear o con quienes, pese a esta posibilidad, no les ha funcionado dicha tecnología.


                 La última dualidad, relacionada con la posición de adultos y niñez, implica
          repensar la distribución desigual de acceso a la información y el hacerla inteligible a
          los menores de edad, la capacidad de decisión y la auto-representación. Las salidas a
          este dilema ético no son sencillas. Sparrow (2005) sugiere que a los padres oyentes
          de hijos sordos se les debe respetar el derecho de implantar a sus hijos, mientras
          que a los padres sordos el derecho de no intervenirlos con esta tecnología. También
          se ha indicado que los padres y madres que deciden colocar el implante a sus hijos
          tendría que aceptar si en un futuro deciden retirárselo o que padres y madres acu-
          dan a todas las partes, incluidos adultos sordos no implantados (Okubo, Takahashi
          y Kai, 2008), considerando que las decisiones deben tomar en cuenta las distintas
          dimensiones biológicas, sociales y lingüísticas (Kermit, 2009). En este sentido, uno
          de los presentadores que dialogó con Hilda sugirió que las familias se acerquen a la
          comunidad sorda.


                 El problema, como también ya se expuso, es que es necesario contar con
          mecanismos de representación de la comunidad, de modo que al menos se equilibre

               investigaciones es que terminan por individualizar los problemas de conducta, alojando implícitamente la responsabi-
               lidad en el sujeto en virtud de no dominar el idioma oral dominante o ser antisocial y poco condescendiente sin tomar
               en cuenta los fenómenos de soledad e incluso exclusión y discriminación en contextos oyentes, como revelaron varias
               personas que entrevisté.


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