Page 479 - Más allá de la razón oyente digital digital
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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo
tiva, no es observable y no perjudica a los oyentes, pero en el momento en el que
esa «falla» imperceptible entorpece la comunicación con los oyentes, entonces se
convierte en objeto de resarcimiento.
Con relación a la oposición entre cultura y tecnología biomédica, vale la
pena retomar la postura de Mauldin (2012) quien indica que el implante coclear es
tan cultural como las señas y también es proclive a generar comunidades. En este
sentido, la cultura sorda es resultado de la vida orgánica de sus integrantes, pero
también un recurso retórico y político de posicionamiento frente a fenómenos que
se considere atenten contra su existencia. Como señalé, para diversos autores, la
bifurcación identitaria y cultural basada en el implante coclear y en la continuidad
dentro de la comunidad como sordo señante, parece ser el resultado o salida a una
larga confrontación. No obstante, todavía queda a discusión si no es que el discurso
bicultural sea un eufemismo que oculta el que todavía sigan siendo las personas sor-
das las que deban de realizar mayores esfuerzos de adaptación lingüística y social.
Qué sucederá, además, con quienes no están en condiciones de adquirir un implante
coclear o con quienes, pese a esta posibilidad, no les ha funcionado dicha tecnología.
La última dualidad, relacionada con la posición de adultos y niñez, implica
repensar la distribución desigual de acceso a la información y el hacerla inteligible a
los menores de edad, la capacidad de decisión y la auto-representación. Las salidas a
este dilema ético no son sencillas. Sparrow (2005) sugiere que a los padres oyentes
de hijos sordos se les debe respetar el derecho de implantar a sus hijos, mientras
que a los padres sordos el derecho de no intervenirlos con esta tecnología. También
se ha indicado que los padres y madres que deciden colocar el implante a sus hijos
tendría que aceptar si en un futuro deciden retirárselo o que padres y madres acu-
dan a todas las partes, incluidos adultos sordos no implantados (Okubo, Takahashi
y Kai, 2008), considerando que las decisiones deben tomar en cuenta las distintas
dimensiones biológicas, sociales y lingüísticas (Kermit, 2009). En este sentido, uno
de los presentadores que dialogó con Hilda sugirió que las familias se acerquen a la
comunidad sorda.
El problema, como también ya se expuso, es que es necesario contar con
mecanismos de representación de la comunidad, de modo que al menos se equilibre
investigaciones es que terminan por individualizar los problemas de conducta, alojando implícitamente la responsabi-
lidad en el sujeto en virtud de no dominar el idioma oral dominante o ser antisocial y poco condescendiente sin tomar
en cuenta los fenómenos de soledad e incluso exclusión y discriminación en contextos oyentes, como revelaron varias
personas que entrevisté.
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