Page 474 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia
Cuando empezamos a ir a terapias de lenguaje al hospital civil (como parte del proceso hacia la
implantación coclear) conocimos a personas que tenían hijos sordos y veíamos que sus hijos de 8,
10, 12 años y no hablaban o no hablaban bien (…) entonces, ¿será que realmente sí va a hablar?,
porque, pues todas estas personas... dedicas tu vida a eso (Salamá, mamá de Alejandro, estudian-
te de IPPLIAP y participante en el Templo de San Hipólito).
Luego no puede nadar, no puede jugar fútbol porque si le dan un pelotazo o le dan un cabezazo,
pues se rompe y luego hay muchas personas que no son compatibles con el material, entonces
empiezan a tener una infección y se los tienen que quitar. Otra vez abrir para una operación (…)
Entonces eso fue también un poco de los miedos y ya no seguimos con lo del implante, que afortu-
nadamente hay casos muy exitosos, pero también hay casos que no, como en cualquier otra ope-
ración: 50 % y 50 %, no hay una certeza (Joaquín, papá de Alejandro, estudiante de IPPLIAP y
participante en el Templo de San Hipólito).
Más allá de las decisiones relacionadas con aceptar o renunciar al implante
coclear, las referencias etnográficas y teóricas que he enunciado, son susceptibles de
leerse desde una orientación adultocéntrica. En efecto, diversos estudiosos de las
comunidades sordas coinciden en señalar que los padres oyentes, poco o nada rela-
cionados con la cultura Sorda (Lane, 1993), son influenciados por el aparato médico
bajo una suerte de «imaginarios de normalidad» (Knights, Jenkinson y, Owens, 2000;
Cherney, 1999; Bathard, 2014; Best et al., 2013; Sparrow, 2010; Lane, Hoffmeister y
Bahan, 1996). Además, los puntos de vista médicos son reforzados mediante campa-
ñas empresariales de difusión; durante una sesión de la clase de señas en IncluSor,
Ángela nos comentó que había leído un artículo publicitario que señalaba: «si no te
implantas, no tienes lenguaje», situación que le molestó bastante. Lo interpretó como
un «crimen» porque al estar dirigido el artículo a padres y madres, se les estaba man-
dando el mensaje de que no hay otras vías para el acceso a la comunicación. 219
En este sentido, Kermit (2009) indica que es éticamente cuestionable alterar
la pertenencia de niños a un grupo lingüístico. Sparrow (2010) por su parte, lo conci-
be como una profunda falta de respeto hacia una cultura. No menos importante es el
hecho de que algunos sordos que no decidieron ser implantados asuman sentimien-
tos de deuda o remordimiento con relación a la familia cuando decidieron retirarse el
implante, como sucedió con la joven que participó en el programa de En Traducción.
Despojados padres y madres de la capacidad de analizar otras perspecti-
vas (Blume, 2010; Mauldin, 2012, 2016; Lane, 1993; Fjord, 2010; Valente, 2011) se
219 La última ocasión en la que presencié la insistencia publicitaria del implante, el aparato auditivo y la oralización al
mismo tiempo, fue en el cine en 2022. Previo a la película, se lanzó un comercial de la Fundación Grisi en el que casi al
final una niña dice con su voz: «ya oigo, ya no hago señas».
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