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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo




          la cultura oyente sería expresión del audismo inconsciente. Para afinar el concepto,
          Gertz acude al análisis de discursos provenientes de personas sordas descendientes
          de familias sordas. Como se expuso casi al inicio del capítulo, las familias sordas
          cumplen un rol fundamental dentro de la comunidad y la cultura sorda. Al examinar
          la posición de descendientes de familias sordas, Gertz deja entrever que aun en esas
          condiciones donde se cuenta con un capital social «sordo» desde el seno doméstico,
          algunos de sus miembros han terminado por adoptar en distintos grados algunos
          valores de la cultura oyente. Este sería precisamente el caso de Hilda, quien pasó a
          exponer la experiencia de implantación de su hija en el programa de En Traducción.

                 El problema de la perspectiva de Gertz es que termina por dar indicios de es-
          tablecer gradaciones o escalas de fenómenos subjetivos y culturales, además de su-
          gerir la presencia de culturas puras y autárquicas. Las fronteras no son nítidamente
          claras. Los discursos y actividades son contextuales, oscilatorias y paradójicas. La
          atención al denominado audismo inconsciente implica reconocer las situaciones en
          las que se manifiesta, pero también cuando es combatido por las mismas personas
          que en otras circunstancias lo reproducen. La descripción del diálogo sostenido en
          el programa de En Traducción alrededor del implante coclear deja ver que las posi-
          ciones de los agentes no son monolíticas. Varios de ellos concordaban en que, pese
          a la utilización del implante, no se clausura mecánicamente la identidad sorda y la
          valoración de las señas.

                 Si se admite el establecimiento de graduaciones de pertenencia cultural, en-
          tonces prácticamente todos o casi todos los sordos estarían en vías de ser víctimas
          y difusoras del audismo inconsciente porque de una u otra manera suelen conectar
          con el mundo oyente. La hipoacusia involuntaria, la utilización de aparato auditivo
          como mecanismo de seguridad en el espacio público, la oralización (a menudo for-
          zada) o la búsqueda del español escrito como segunda lengua según la lucha de líde-
          res sordos y asociaciones, serían ejemplos de la presumida prevaricación cultural.

                 Parte de la literatura ya citada analiza las situaciones en las que padres y
          madres acceden al implante coclear, pero queda poco cuando esta decisión es asu-
          mida por parientes que también son sordos. En este sentido, es preciso reconocer
          que existe una diferencia importante cuando los métodos de audición y oralización
          son impuestos verticalmente por los oyentes y cuando son reapropiados y resigni-
          ficados por los sordos. Señalaba casi al inicio del capítulo que, con la diseminación
          de los atributos comunicativos relativos a la cultura oyente, no se requiere que sean



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