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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo




          mucho más amplia, a menudo, en términos metodológicos, el implante se «aísla» de
          otros atributos o «capitales» auditivos y comunicacionales para proceder a su análi-
          sis. Desde mi perspectiva, si bien ese tratamiento facilita su estudio, se deja de lado
          que el implante coclear es sólo uno de los elementos, aparentemente individuales,
          que están interactuando en las disputas políticas y simbólicas sobre los que significa
          ser Sordo según diversos actores de la comunidad.

                 Partiendo de experiencias narradas por quienes han pasado por este proce-
          so clínico, además de familiares y conocidos de gente que fue implantada, se percibe
          que las historias oscilan entre las de «éxito» y las de «fracaso». Recurro nuevamente
          al programa de En Traducción para introducir el tema. En cada transmisión se acude
          a uno o dos temas específicos. Los presentadores procuran iniciar con la exposición
          de sus puntos de vista y posteriormente dar entrada a gente del público que desee
          externar su opinión y experiencia personal. Cuando se abordó la cuestión del im-
          plante coclear, decidió participar una joven que había sido implantada durante la
          niñez por decisión de su familia. La madre había conocido el caso de otra niña que
          había sido implantada y consideró que también podría ser opción para su hija. La jo-
          ven comentó haber aceptado la operación en parte como una manera de responder
          al sacrificio económico que su familia hizo, pues la cirugía y el aparato oscilan entre
          los 250 y 500 000 pesos mexicanos.

                 El problema es que al poco tiempo de la operación comenzó a marearse y a
          tener dolores de cabeza. Percibía ruidos, pero no un desciframiento totalmente cla-
          ro de estos. De ahí que exista una diferencia entre oír sonidos y escuchar palabras,
          por ejemplo. Ante los malestares y, pese a los intentos familiares de convencerla de
          seguir usándolo, desistió y se desconectó del implante. A propósito de la joven im-
          plantada que su madre conoció, también presentó síntomas similares. Para ella, la
          insistencia de los médicos sobre su familia acerca del implante, fue primordialmen-
          te por un móvil económico. Cuando decidió dejar el implante, mejoró su salud física
          y se volcó a las señas, aunque no dejaba de sentirse mal por haber abandonado lo
          que a su familia implicó un gasto económico considerable.


                 Enseguida intervino del público una mujer sorda que desciende de padre y
          madre sordos, su pareja es sorda y su hija también. Para ubicarla a lo largo de esta
          discusión, ocuparé el nombre ficticio de «Hilda». Cuando la hija tenía 11 meses fue
          implantada, lo que marcó una diferencia importante con respecto de la familia sorda.
          Algunos sordos le llamaron la atención a Hilda y a su familia sobre lo agresivo que pu-



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