Page 464 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        outline of the Visual Communication System of the American Deaf, un estudio seminal
        de la lingüística de las señas. Por aquella misma época tomaba impulso el movimiento
        político y cultural de reconocimiento de los sordos. Estos eventos marcaron el inicio
        de una «guerra cultural» (Campbell, 2005, 2009; Mauldin, 2012; Leigh, 2009) en la
        que la medicina y la tecnología parecían atentar contra las comunidades de sordos.

               Para sus detractores se percibió como la puesta en escena de una falsa «cura
        milagrosa» (Montgomery, 1991; Christiansen y Leigh, 2002; Bathard, 2014; Blume,
        2010; Komesaroff, 2007; Ladd, 2007; Power, 2005) y al mismo tiempo amenaza que
        atentaba contra las comunidades sordas y sus manifestaciones culturales forjadas a
        través de la transmisión y difusión de las señas (Cherney, 1999; Blume, 2010; Ladd,
        2007; Lane, 1992, 1993; Sparrow, 2005, 2010; Christiansen y Leigh, 2002; Lane, Ho-
        ffmeister y Bahan, 1996; Lane y Bahan, 1998; Mauldin, 2012; Padden y Humphries,
        2005; Best et al., 2013).


               El implante representó una perspectiva de medicalización (Mauldin, 2016;
        Edelist, 2015) que individualiza al sujeto (Oliver, 1996) y patologiza la condición
        auditiva (Hogan, 1998), aunque no es un fenómeno precisamente nuevo desde el
        punto de vista de los sordos, dado que el implante forma parte de un espectro más
        amplio de técnicas (como logopedia, la oralización, la lectura labio-facial y los apa-
        ratos auditivos de) de normalización (Edwards, 2005; Kermit, 2009).

               Dentro de las perspectivas críticas, el implante ha sido definido como una
        forma de «colonialismo fonocéntrico» (Valente, 2011) o «neocolonialismo» (Ladd,
        2007) que invade los cuerpos de sujetos sordos con el objetivo de erradicar la sor-
        dera y por extensión reemplazar las señas y la cultura sorda en un ejercicio de «inva-
        sión cultural» (Campbell, 2009). Mientras que la oralización constituye una técnica
        con varios siglos de desarrollo que medianamente ha sido repelida por los sordos, el
        implante fue una novedad tecnológica que se ha desarrollado relativamente rápido
        y por ello se consideró como muy amenazadora e invasiva a nivel corporal y cultural.

               Dado que el objetivo ha sido encausar a los sordos a la cultura oyente domi-
        nante, algunos autores han denominado esta práctica como promoción de la «asi-
        milación lingüística y cultural forzada» (Fjord, 2010; Sparrow, 2010). Es, pues, un
        mecanismo que anula la posibilidad de que las personas sordas, especialmente la
        niñez, se encuentre con su lengua materna, comunidad y cultura (Christiansen y
        Leigh, 2002; Edelist, 2015; Kermit, 2010). Al postular que las comunidades sordas



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