Page 465 - Más allá de la razón oyente digital digital
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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo
deben considerarse como grupos étnicos dadas sus dimensiones socioculturales
distinguibles de una sociedad mayoritaria (Markowicz y Woodward, 1978; Eckert,
2010; Erting, 1978; Lane, 2005; Ladd, 2003; Ladd y Lane, 2013; Lane, Pillard y Hed-
berg, 2010; Rodda y Eleweke, 2002; Stapleton, 2015), el implante supuso una forma
de «etnocidio» en tanto que implica la destrucción de una cultura (Montgomery,
1991; Sparrow, 2010; Fitzgerald et al., 2013; Ladd, 2003, 2007; Lane, 1993; Lane y
Bahan, 1998; Valente, 2011; Edwards 2005). Aunado a medidas eugenésicas dirigi-
das a reducir el nacimiento de personas sordas, el implante coclear fue percibido
como una tecnología que reduciría el tamaño de las comunidades sordas en todo el
mundo junto a sus manifestaciones culturales, incluida a las lenguas de señas (Lane,
2005; Lane, Hoffmeister y Bahan, 1996; Sparrow, 2005, 2010). 212
Por el contrario, para sus promotores, el implante coclear se concibió como
la promesa de remediar la falta o pérdida de audición (Edwards, 2005) y con ello el
acceso al mundo sonoro y oral. Quienes se manifiestan a favor del implante coclear,
incluidos algunos sordos, suelen argumentar que con la recepción de esta tecnolo-
gía se está dando acceso al «don de la palabra» (Barnet, 2017). Aunque se sabe que
no a todos funciona y que oír sonidos no se traduce mecánicamente en la produc-
ción y reproducción del idioma oral (Kermit, 2009).
Para los defensores del implante, uno de los argumentos principales es que
la implantación coclear debe realizarse a la brevedad, en los primeros años de vida,
porque es un periodo crucial para el desarrollo del habla oral (Samp, 2010; Barnet,
2017; Wiefferink, Vermeij y Uilenburg, 2012). Aun con esta premisa, siempre existe
el riesgo de que el implante no cumpla su objetivo a cabalidad, sólo suceda mediana-
mente o falle totalmente. Prueba de su relativo éxito es que la mayoría de los sordos
implantados «terminen» con la comunidad y en las señas, incluyendo a los que no
provienen de familias sordas. 213
212 Lane (el reconocido estudioso de la cultura sorda y su relación de poder con los oyentes) reconoce que la gobernanza
de la sordera resulta de procesos individualizadores legitimados por mecanismos formales de gobierno. En cierta medida,
también reconoce que la gobernanza de las personas sordas se sitúa dentro de un sistema de gobernanza más amplio
que se ocupa de la regulación de las personas con discapacidad y de otros grupos, cuya condición social puede con-
siderarse marginal. Sin embargo, para Hogan (1998) no se logra describir cómo surge tal proceso de gobernanza, dado
que no se demuestra cómo es que los oyentes articulan el poder, generando la noción de que siempre, y naturalmente,
lo preservan. Hogan sostiene a través de un estudio sobre actores vinculados alrededor del desarrollo y gestión del im-
plante coclear, que no hubo algún tipo de «conspiración» para destruir a la comunidad sorda. Por el contrario, el poder
es resultado de un número importante de acciones engendradas por múltiples actores con intereses particulares, pero
en buena medida armónicos.
213 Esta es una afirmación que sostienen diversas personas. En el capítulo III recuperé esta idea expuesta por Lourdes, ma-
dre de Denisse, una joven sorda señante que tiene un implante coclear. La misma idea se apreciará más adelante en este
capítulo, ahora enunciada por un integrante del programa de diálogo entre sordos «En Traducción» transmitido a través
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