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Geografía Sorda



          6. Geografía escolar: entre la escasez y la saturación


          La transformación de la ENS en un proyecto médico-rehabilitador, es paralela al pro-
          ceso de construcción de un enfoque de educación especial forjado a lo largo del siglo
          XX, tal como he descrito en el capítulo anterior. Este proyecto, concomitante a la
          producción científica y estatal de un sujeto anormal como categoría social, incluyó
          a las personas sordas, junto a las ciegas, con discapacidades físicas e intelectuales.
          La escuela especial se convirtió en una suerte de contenedor de lo anormal, estable-
          ciendo una segregación socio-espacial con respecto de la población infantil y estu-
          diantil declarada como sana.

                 Actualmente, desde diversos actores de la comunidad Sorda, persiste una
          crítica acerca de lo que Ángela, una de las coordinadoras de IncluSor, denomina
          «la licuadora», es decir, aquella escuela que insiste en mezclar en un mismo salón a
          personas con distintos tipos de discapacidad, cuyos recintos se asemejan más a una
          guardería que a un espacio de aprendizaje. Esta mezcla, más la falta de personal y
          capacitación, dificulta la educación de quienes tienen distintos tipos de discapacidad.


                 Frente a este proceso, la propia ENS constituye un claro ejemplo acerca de
          la antigua preocupación por la fundación de instituciones dedicadas exclusivamente
          a la educación de las personas sordas. Al menos desde la segunda mitad del siglo
          XX se edificaron algunas escuelas que prosiguieron esta perspectiva enfocada en
          las personas sordas, aunque influenciadas por el oralismo. Dos de estas, las cuales
          continúan funcionando, son el Instituto Pedagógico Para Problemas del Lenguaje
          (IPPLIAP) Institución de Asistencia Privada (I.A.P.) que surgió en 1967, ubicado ac-
          tualmente en Mixcoac. La otra institución es el Centro Clotet que, como he descrito,
          inició sus actividades como Instituto Rosendo Olleta a mediados del siglo XX en el
          Templo de San Hipólito. Desde 1999 cambió de nombre y se localiza en la colonia
          Narvarte.

                 Al Centro Clotet accedí una vez que había iniciado mi contacto con el Templo
          de San Hipólito y al IPPLIAP llegué por mi cuenta atendiendo a las múltiples refe-
          rencias sobre su existencia. Ahí conocí a Elena, la trabajadora social, quien gestionó
          mi estancia en la escuela para que pudiera realizar entrevistas. Ambas instituciones
          educativas son las que cuentan con una trayectoria histórica más extensa. Dentro
          de la comunidad Sorda en la ciudad, e incluso en otras regiones del país, se les co-
          noce muy bien. En virtud de que a nivel nacional existen pocas escuelas como estas,



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