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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo
un elemento que los atrae; el campo se define por lo que está en juego (Bourdieu,
2001), pudiéndose tratar de algún «capital» o «bien» que sea altamente valorado y,
entonces, disputado.
¿Cuál sería este elemento en la comunidad Sorda? Luego de un tiempo en
trabajo de campo y de observar distintos tipos de conflictividades, identifiqué que
el origen de buena parte de las tensiones, literalmente, siempre «estuvo en mis ma-
nos» y en las de mis interlocutores, es decir, en las señas. Efectivamente, como sos-
tuve a principios del capítulo IV, más que por compartir un horizonte sensorial, la
comunidad se produce y reproduce por la posesión de un idioma señado, lo que
permite la comunicación y la continuidad de las relaciones sociales en el tiempo
y en el espacio. Sin embargo, lo que da unidad, también es fuente de disputa en la
medida en la que las señas representan algo más que un código de comunicación
perfectamente reconocido por la lingüística y eventualmente por las políticas del
reconocimiento cultural y lingüístico.
La lengua de señas es, pues, un acervo intangible que se encuentra en el cen-
tro del debate. Sólo en teoría la LSM (y cualquier idioma) está al alcance equitativo
de todos los interesados y distribuido de manera uniforme entre sus hablantes. Al
tratarse de una cuestión idiomática, un «capital lingüístico» (Bourdieu, 1985), la
comunidad sorda se estructura como un tipo de campo de orientación lingüística u
organizado en función de un «bien» lingüístico. En este contexto, las tensiones in-
ternas comienzan por intentar responder, por lo menos, a las siguientes preguntas:
¿cómo se relaciona la condición de sordo con la posesión de la lengua de señas?,
¿qué atributos o cualidades ostenta quien se erige como depositario del acervo lin-
güístico en juego?, ¿cuál es su papel en la comunidad? Este capítulo se ocupa, pues,
de analizar cómo se define a quien se considera que constituye el núcleo de la comu-
nidad sorda, mientras que el siguiente y el último está destinado al análisis de las
conflictividades relativas a la disposición de la lengua de señas y la cultura sorda.
Si bien la dimensión endógena antes descrita es la prioritaria, emergen al-
gunos escenarios de carácter exógeno (externo a la comunidad), pues ahí también
está en juego la declaración de quién ha de presentarse como persona Sorda legíti-
ma con relación a la lengua de señas. En este sentido, son evocadas algunas «voces»
de oyentes, en tanto que partícipes de la discusión como sujetos representantes del
Estado, pero también como partícipes de la comunidad bajo papeles de familiares,
intérpretes, religiosos y así sucesivamente.
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