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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo




          o bajar la voz; la modulamos según el contexto, dependiendo de qué temas y con
          quiénes estemos interactuando. Al escuchar nuestra voz, y dependiendo de la situa-
          ción, podemos esforzarnos por hacer que suene lo más melodiosa o terriblemente
          posible. El control sobre la voz provee seguridad.

                 «Yo no sé cómo habló, ¿cómo se oirá mi voz? (…) ¿en la entrevista que gra-
          baste se escuchará mi voz?» comentó Raúl casi al final de nuestro encuentro. Como
          él, conocí a otras personas que sienten duda y hasta incertidumbre constante sobre
          cómo se escuchan. Derivado de ser hipoacúsicas, utilizar implante coclear y también
          como resultado de los procesos de oralización a los que han sido sometidas muchas
          personas sordas, varias utilizan su voz en mayor o menor medida, con más o me-
          nos inteligibilidad. Al incluirme en varios círculos de «intimidad cultural» (Herzfeld,
          2009), tuve oportunidad de identificar en algunas ocasiones cómo la voz se volvió
          tema de conversación a partir de distintos temas particulares. Ubicados en un bar
          platicando sobre eventos culturales de y para sordos, surgió el asunto de la voz. Una
          persona sorda oralizada nos preguntó a los oyentes cómo se escuchaba su voz. No
          era la primera ocasión que escuchaba la misma pregunta por parte de esta persona,
          lo que indicaba, sino preocupación, por lo menos sí curiosidad. Alguien de los oyen-
          tes se animó a responder avalando la calidad de su voz, aunque no precisamente la
          de otros sordos ahí presentes, lo que generó desacuerdo en alguien más, expresán-
          dolo a través de un gesto de desaprobación.

                 En otra circunstancia similar, junto a algunas personas con las que coincidí
          en el bar, se hizo la misma pregunta. Esta vez acudieron directamente a mí para sa-
          ber qué opinaba sobre la voz de otros sordos que la habían empleado en un evento
          público que había ocurrido unos días antes y al que también asistí. Como oyente y
          como testigo de su voz en el evento, deseaban conocer mi punto de vista. Este tipo
          de consultas son complicadas porque en ocasiones a los oyentes se nos otorga la
          confianza y el poder para evaluar las voces de los demás. Hablar entrecortado, como
          «robot», subir o bajar la voz sin control, distorsionar el timbre de voz o hablar como
          gangosos, son algunas de las maneras en las que identifiqué que los oyentes valora-
          mos negativamente las voces de los sordos. Las respuestas que ofrezcamos tienen
          efectos sobre las vidas de las personas. Son susceptibles de hacer sentir bien a unos,
          pero quizá incomodar a otros.


                 Una «buena voz», incluso una «voz bella» entre sordos, estriba en distintos
          factores: si se es sordo de nacimiento o postlingüista, conseguir el apoyo sensorial



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