Page 80 - Derecho humano a la cultura. Colecciones y coleccionismo
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Gabriel Tolentino Tapia
sario. De ahí que también haya coleccionistas aficionados en ámbitos que no requieren
de alta instrucción especializada. La gente puede coleccionar cualquier tipo de cosas
prescindiendo de la escolaridad ya sea total o parcialmente.
Además de la relatividad profesional, un coleccionista puede fluctuar entre lo público
y lo privado, aunque generalmente se le relaciona con lo segundo. Aquello que colecta
y organiza según criterios más o menos personales y sociales, se muestra al público de
formas habitualmente restringidas. Del otro lado, asistimos a la presencia de coleccio-
nes públicas de bienes materiales y simbólicos como los objetos o piezas arqueológi-
cas, cuyo resguardo se encuentra a cargo de entidades públicas. En México esta tarea
corresponde al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). No obstante,
las fronteras entre lo público y lo privado distan de ser nítidas.
La antropología y la arqueología comparten pasajes históricos cuestionables relacio-
nados con el colonialismo. Por ejemplo, la primera ha sido concebida como “hija”
del colonialismo (Restrepo, 2007) al coadyuvar a dicha empresa con el conocimiento
científico sobre las culturas de los grupos dominados. La producción y extracción
de conocimiento para intereses ajenos y hasta contrapuestos a los de los grupos es-
tudiados, no pocas veces ha sido acompañado del saqueo de objetos con determi-
nado valor científico, artístico y simbólico dotado por arqueólogos y antropólogos.
Es decir, el valor no precisamente será el mismo para los productores que para los
“coleccionistas”. La suerte ha sido similar tanto para creaciones materiales de los gru-
pos contemporáneos visitados por antropólogos, como para los objetos literalmente
desenterrados del pasado por parte de arqueólogos. Hablamos del destierro espacial
y temporal de objetos.
La extracción o extractivismo (con lo que se intenta hacer notar una relación de des-
pojo) de tipo cultural (pero con repercusiones políticas, económicas, sociales e his-
tóricas) ha servido para nutrir las colecciones privadas de aficionados, intelectuales,
académicos y todo tipo gente cuyos capitales económicos, sociales y culturales les
permite el acceso y apreciación de lo sustraído. A menudo las sociedades de origen
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