Page 84 - Derecho humano a la cultura. Colecciones y coleccionismo
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Gabriel Tolentino Tapia
Independientemente de la complejidad material del objeto y de su respectiva belleza
según los cánones estéticos imperantes, la distancia temporal suma valor a las piezas
de museo arqueológico (e histórico) frente a las artesanías. Dicho sea de paso, la dis-
tinción entre artista y artesano y sus respectivas creaciones, revela el clasismo incrus-
tado en la producción cultural.
La obra de arte y los objetos prehispánicos o modernos coleccionables tienden a acer-
carse, incluso a confundirse, no sólo porque estos dos últimos se llegan a concebir
como obras artísticas, sino también por la idea de autenticidad, porque pueden caer
en los circuitos extralegales y porque a menudo se presentan en museos. Ahora bien,
esbozar una analogía entre la obra de arte y el objeto prehispánico o moderno de
colección y de museo desde las discusiones teóricas, permite percibir un cruce entre
la perspectiva de la Escuela de Frankfurt, incluyendo a Benjamin, y la de Bourdieu.
Según los autores de la Escuela de Frankfurt, la cultura de masas se asocia con la
pérdida de capacidad crítica y emancipadora. El potencial revolucionario de la clase
trabajadora fue desviado y claudicó en parte con los productos culturales hechos en
serie y dirigidos para el entretenimiento superfluo y banal. La singularidad de la obra
de arte iba a contracorriente: “Por el momento, la técnica de la industria cultural ha
llevado sólo a la estandarización y producción en serie y ha sacrificado aquello por lo
cual la lógica de la obra se diferenciaba de la lógica del sistema social” (Horkheimer
y Adorno, 1998: 166). Para Benjamin (1989) el aura de la obra de arte se atrofia con
su reproductibilidad (la producción en masa). Una obra de arte que se masifica, por
ejemplo, una pintura, dilapida su aura. En otras palabras, pareciera que pierde sus
propiedades de “distinción”.
Precisamente para Bourdieu, como ya he dado cuenta, este “aura” (retomando las
palabras de Benjamin) le da al objeto un cariz de distinción social. La autenticidad del
objeto es directamente proporcional a la “distinción” deliberadamente buscada por el
sujeto que intenta apoderárselo, cuya utilidad no es más que la de contemplación y
en ese acto el sujeto se “eleva”, se cultiva, se autorrealiza. Algunas piezas arqueológicas
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