Page 89 - Derecho humano a la cultura. Colecciones y coleccionismo
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El derecho a la cultura y el acceso a las colecciones museísticas



          En mi opinión, no siempre es así. Muchos de estos sitios sólo son visitables si se llega en
          automóvil particular (o por medio del autobús gestionado por la escuela).



                 Comentarios finales


          Para su realización, el derecho a la cultura, y en realidad cualquier derecho, debe abor-
          darse, entre otras cosas, desde una perspectiva de clase social y del espacio. Cuando
          leemos declaratorias, convenciones, leyes y otros tantos formatos formales en los que
          se habla de los derechos humanos, muy a menudo notaremos un discurso abstracto
          redactado en infinitivo: “salvaguardar”, “promover”, “difundir” y así sucesivamente.
          Estas formas habituales de enunciación no permiten identificar cómo las instituciones
          públicas harán que los derechos humanos se materialicen. El discurso sedimentado
          posiciona la noción de ciudadanos individuales como acreedores naturales de dere-
          chos, con lo que borra las diferencias sociales en cuanto a sus condiciones económicas
          y el impacto que esta cualidad tiene sobre el ejercicio mismo de los derechos. En la
          práctica, a lo largo de la vida cotidiana, el disfrute de cualquier derecho conlleva un
          gasto económico por doble vía: según los recursos de cada ciudadano y según los re-
          cursos dispuestos por el Estado. Más aún, si aceptamos una jerarquía oculta de dere-
          chos, los derechos culturales salen mal librados porque suelen ocupar un papel secun-
          dario tanto por los ciudadanos y el Estado, en virtud de que se tiende a priorizar otros
          temas y problemáticas vislumbradas como más urgentes. En contraparte, la perspec-
          tiva de derechos humanos supone que todos los derechos son igual de importantes e
          interdependientes. La pregunta es, entonces, si las políticas públicas tienen en cuenta
          la constante división de clases sociales relativa a la visita de museos a partir de una
          visión de derechos humanos que tenga en cuenta estas diferencias y desigualdades.

          Por demás, la disposición individual y estatal de recursos económicos no es suficiente
          para que el derecho a la cultura, en este caso relativo al acceso a los museos y sus co-
          lecciones, se concrete. La educación, el adiestramiento, la incorporación de valores,
          actitudes, costumbres y todo aquello que agregamos a nuestro modo de ver el mundo



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