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Gabriel Tolentino Tapia




        nían una larga experiencia lingüística forjada a lo largo del Siglo XX con diferentes
        comunidades indígenas del país.


               Vale la pena recordar que bajo la suposición de que en la Alcaldía de Milpa
        Alta seguramente encontraría una asociación civil con la que pudiera realizar el tra-
        bajo de campo, en su lugar ubiqué a una congregación de señas de los Testigos de
        Jehová. Como describiré, este suceso no es fortuito y se relaciona con la forma en la
        que dicha religión se distribuye en el espacio geográfico, llegando a las zonas perifé-
        ricas de la ciudad y de la metrópoli, donde lo urbano se difumina con lo rural como
        sucede en Milpa Alta.

               Contrario a lo que inicialmente pensaba, la evangelización de personas sor-
        das no inició a través de la predicación que suelen realizar en las localidades. En
        realidad, fue un fenómeno endógeno. Gracias al contacto de Rafael y Armando, los
        «Ancianos de congregación» que dirigen la congregación de señas de Milpa Alta,
        pude entrevistar en un mismo momento a tres representantes del área de prensa y
        de relaciones públicas de los Testigos de Jehová, quienes disiparon muchas de mis
        dudas, incluyendo cómo se habría iniciado el encuentro evangelizador con las per-
        sonas sordas. Cabe señalar que esta área se ubica en la Sucursal (o Torre del Vigía)
        que administra la región de México y Centroamérica, cuyo domicilio se localiza en
                                                                            87
        Texcoco, Estado de México, a unos 35 kilómetros de la Ciudad de México.
               Mis interlocutores consideran que por todo el mundo hay varios anteceden-
        tes registrados. El más antiguo data del año 1915, cuando un Testigo de Jehová (o
        estudiante de la Biblia, como se le conocía en ese tiempo) se enfocó en interpretar
        a personas sordas en Estados Unidos. Después, entre los años sesenta y setenta, co-
        menzaron las interpretaciones en reuniones grandes, llamadas asambleas, también
        en Estados Unidos.


               En México, me comentaron que los antecedentes se remontan a los años se-
        tenta con indicios de interpretación. Aunque las referencias más notables son de la
        década de los ochenta. En esa época, según sus estadísticas, la atención a las per-
        sonas sordas comenzó en Monterrey, Tijuana y Ciudad de México. Quizá pudiera
        pensarse que al ser la predicación sobre el terreno una característica de los Testigos

        87   Los ancianos de la congregación son los hombres con más trayectoria dentro del grupo. Su papel es organizar las re-
            uniones semanales (generalmente son dos), la predicación en el «territorio», la asistencia a eventos que reúnen a más
            congregaciones y también gestionar el mantenimiento del edificio que los alberga.  A menudo también pasan a discursar
            durante las reuniones.

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