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Geografía Sorda




          nes de movilidad cotidiana desigual entre los estudiantes oyentes y sordos desde
          edades tempranas. Mientras que los primeros suelen contar con una escuela más
          cercana a su vivienda en la que se habla su lengua materna, los estudiantes sordos,
          desde la niñez, deben no sólo desplazarse distancias más largas (con repercusiones
          económicas, físicas y psíquicas) sino incluso tener que cambiar de residencia. Du-
          rante el próximo capítulo habrá oportunidad de examinar de qué manera la ubica-
          ción extendida de ciertos grupos, especialmente los Testigos de Jehová, ha influido
          en cómo algunas personas han accedido por primera vez a la lengua de señas y al
          encuentro con más personas sordas. Algunos actores de la comunidad consideran
          que el aprendizaje de la LSM debería estar garantizado por el Estado a través de la
          educación bilingüe, sin embargo, se observa que las escuelas públicas son pocas y
          no siempre están bien valoradas por la comunidad. Por otro lado, las escuelas no
          públicas, que pueden ser asociaciones civiles y/o pertenecientes a algún grupo re-
          ligioso (especialmente católico), son otro actor que, junto a los grupos religiosos, se
          han encargado de difundir la lengua de señas. Evidentemente, en la enseñanza cada
          grupo imprime una visión del mundo acerca de lo que implica ser sordo y de lo que
          significa la lengua de señas (objeto del capítulo VI).


                 Como he argumentado al inicio de este capítulo, la inclinación hacia el con-
          cepto de lugar se debe a que tiene un sentido cultural y antropológico central, pero
          también porque condensa al tiempo y al espacio. Existen múltiples dimensiones que
          es posible analizar en función de las diversas disposiciones espaciales y tempora-
          les que un mismo lugar puede adquirir. Una de estas, a la que le he dado peso en el
          capítulo, refiere a la distinción que existe entre aquellos lugares gestionados por
          miembros de la comunidad y los que han sido apropiados, pero que en su umbral
          obedecen a una gestión e interés originalmente oyente. La distinción radica, pues,
          en la capacidad que ciertos lugares adquieren para sostenerse en el tiempo y multi-
          plicarse en el espacio geográfico y que coinciden con aquellos que se gestionan por
          oyentes, ya sea en el ámbito educativo, religioso o de gobierno. Por el contrario, los
          lugares de autogestión por parte de personas sordas tienen más dificultades para
          mantenerse en el tiempo y de replicarse en el espacio geográfico. Por este motivo
          he descrito el conjunto de estrategias que las asociaciones y otros grupos de sordos
          despliegan para construir lugares. Sólo por citar un ejemplo, el Metro es un lugar
          duradero. Tiene una fecha de inauguración, pero no de cierre y, sin embargo, los
          vagoneros sordos no poseen garantía de permanecer ahí por siempre (al igual que
          otros comerciantes oyentes).




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