Page 245 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Geografía Sorda
nes de movilidad cotidiana desigual entre los estudiantes oyentes y sordos desde
edades tempranas. Mientras que los primeros suelen contar con una escuela más
cercana a su vivienda en la que se habla su lengua materna, los estudiantes sordos,
desde la niñez, deben no sólo desplazarse distancias más largas (con repercusiones
económicas, físicas y psíquicas) sino incluso tener que cambiar de residencia. Du-
rante el próximo capítulo habrá oportunidad de examinar de qué manera la ubica-
ción extendida de ciertos grupos, especialmente los Testigos de Jehová, ha influido
en cómo algunas personas han accedido por primera vez a la lengua de señas y al
encuentro con más personas sordas. Algunos actores de la comunidad consideran
que el aprendizaje de la LSM debería estar garantizado por el Estado a través de la
educación bilingüe, sin embargo, se observa que las escuelas públicas son pocas y
no siempre están bien valoradas por la comunidad. Por otro lado, las escuelas no
públicas, que pueden ser asociaciones civiles y/o pertenecientes a algún grupo re-
ligioso (especialmente católico), son otro actor que, junto a los grupos religiosos, se
han encargado de difundir la lengua de señas. Evidentemente, en la enseñanza cada
grupo imprime una visión del mundo acerca de lo que implica ser sordo y de lo que
significa la lengua de señas (objeto del capítulo VI).
Como he argumentado al inicio de este capítulo, la inclinación hacia el con-
cepto de lugar se debe a que tiene un sentido cultural y antropológico central, pero
también porque condensa al tiempo y al espacio. Existen múltiples dimensiones que
es posible analizar en función de las diversas disposiciones espaciales y tempora-
les que un mismo lugar puede adquirir. Una de estas, a la que le he dado peso en el
capítulo, refiere a la distinción que existe entre aquellos lugares gestionados por
miembros de la comunidad y los que han sido apropiados, pero que en su umbral
obedecen a una gestión e interés originalmente oyente. La distinción radica, pues,
en la capacidad que ciertos lugares adquieren para sostenerse en el tiempo y multi-
plicarse en el espacio geográfico y que coinciden con aquellos que se gestionan por
oyentes, ya sea en el ámbito educativo, religioso o de gobierno. Por el contrario, los
lugares de autogestión por parte de personas sordas tienen más dificultades para
mantenerse en el tiempo y de replicarse en el espacio geográfico. Por este motivo
he descrito el conjunto de estrategias que las asociaciones y otros grupos de sordos
despliegan para construir lugares. Sólo por citar un ejemplo, el Metro es un lugar
duradero. Tiene una fecha de inauguración, pero no de cierre y, sin embargo, los
vagoneros sordos no poseen garantía de permanecer ahí por siempre (al igual que
otros comerciantes oyentes).
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