Page 325 - Más allá de la razón oyente digital digital
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CAPÍTULO V
Socializaciones, politización y desencantos biográficos
En cuanto a mi vida, lo que te puedo decir es que, desde que era niña, no tenía conciencia de lo
que significaba ser sordo. Conforme va pasando el tiempo y crezco, cuando llego al IPPLIAP a
los 12 años comienzo a ver que hay chicos que utilizan aparatos, yo veía personas oyentes que
utilizaban seña y voz y yo obviamente no tenía audición y entonces la pregunta: ¿por qué yo no
puedo escuchar?; entonces me di cuenta de que soy una persona visual y que mis ojos son los que
me dan la pauta, los que me guían, veo la oralización, veo las señas, la interacción de las personas
y claro: no oigo, pero puedo ver y captar toda la información a través de mis ojos y soy pues una
persona visual y hasta los 20 años, pues yo me di cuenta que el sordo se puede comunicar por
señas (…) ahora ya entiendo que no somos monos ni simios. Yo puedo oralizar y leer los labios,
pero es muy importante utilizar la lengua de señas para entender claro el mensaje, y la lengua de
señas es muy valiosa (Marcela).
Si bien cada trayectoria es singular, dadas las transiciones y puntos de inflexión,
también se reconoce que desde temprana edad (incluso antes de nacer) está sujeta
al influjo de procesos estructurales e institucionales. En el caso de los sordos, para
la comunidad señante lo que se espera es que desde corta edad sus trayectorias
puedan desarrollarse en dominios sociales y contextos comunicativos adecuados, es
decir, a través de la lengua de señas. Durante los primeros años de vida este proceso
suele vivirse colectivamente desde el punto de vista familiar, aunque a su vez son las
madres quienes están mucho más cerca del desenvolvimiento de sus hijos sordos.
En 2019, cuando realicé la mayoría de las entrevistas, tuve oportunidad de
trabajar con las familias de 8 niñas y niños sordos que en ese momento tenían entre
6 y 11 años. Varias de las intervenciones se realizaron solamente con las madres y
algunas con las familias, incluyendo la participación de los hijos e hijas, aunque de
modo breve. De todo este pequeño grupo solamente participaron dos padres de fa-
milia: uno sordo y uno oyente que se estaba dedicando a la interpretación de LSM.
En la mayor parte de los casos el vínculo sucedió en el IPPLIAP, en segundo
lugar, a través del Templo de San Hipólito y únicamente a una familia compuesta por
cuatro integrantes sordos (Roxana, Eduardo, Ilse y Jazmín) la contacté luego de nues-
tros encuentros en distintos eventos culturales y foros de discusiones políticas. De
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