Page 496 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




               Dado que existen hipoacúsicos que acceden a la oralización y a las señas,
        algunos quizá en ocasiones sin darse cuenta, hacen señas mientras vocalizan. Este
        fenómeno, por cierto, compartido con oyentes que van empezando a señar, no está
        exento de generar malestares. Precisamente en el primer Parlamento de Personas
        con Discapacidad, una persona sorda o hipoacúsica comenzó a señar y a usar su voz
        al mismo tiempo. El acto fue reprobado enseguida por una persona sorda presente,
        manifestándolo con gestos de desacuerdo. Enseguida se levantó para pedirle que
        utilizara sólo una de las dos formas para comunicarse. En el evento citado, a dife-
        rencia de la persona sorda, los oyentes no nos vimos molestos porque la persona
        intercalara señas y voz. La solicitud de la persona sorda puede leerse como un me-
        canismo que pretende regular la comunicación, especialmente en eventos públicos,
        buscando abrir paso a la LSM. 227

               Si bien pudiera entenderse que la regulación comunitaria de la voz sólo se li-
        mita a los espacios públicos de representación ante el gobierno, este mecanismo se
        extiende a los escenarios de socialización cotidiana en las relaciones interpersonales.
        Incluso en algunos eventos, físicos o virtuales, como ya se expuso, el uso de la voz vin-
        culada a la audición (especialmente en hipoacúsicos) ha sido objeto de reflexión. 228
        Señalamientos directos, o actitudes repelentes, son formas de hacer notar en el en-
        cuentro privado el desacuerdo con el uso de la voz, como deja entrever una joven a
        quien deseaba entrevistar, que sabía usar la voz, pero que prefería dar la entrevista en
        señas, quizá por pena de cómo pudiera escucharse o por temor a algún desacuerdo con
        la comunidad: «a los sordos puedes caerles mal si hablas o escribes en español…».  229


        227   Desde otro punto de vista, entre hipoacúsicos cuya lengua materna fue el español y que están comenzando su
             entrada a la comunidad, el uso simultáneo de voz y de señas adquiere otros sentidos, como los expresa una persona
             entrevistada: «con voz se me hace más fácil, con señas he visto que hablan con diferente gramática, es diferente la de
             los sordos. A mí me gusta que me hablen con voz y señas porque es una retroalimentación de que estoy entendiendo».
             Durante una de las sesiones del programa de En Traducción pasó a comentar un sordo que tenía implante coclear.
             Señaló que al inicio utilizaba señas y usaba la voz, aunque esa dualidad fue objeto de burlas por parte de sordos se-
             ñantes. Comentó que en la actualidad se conducía más con las señas. De esta manera, podría preguntarse si las burlas
             constituyen un mecanismo de control sobre el uso de señas y voz al mismo tiempo.
        228   Tucker (1998), sorda, implantada y oralizada, abiertamente a favor del implante coclear y la oralización, señala una
             situación similar: «Los niños que intentan hablar en las escuelas para sordos son ridiculizados. Y cuanto mayor es su
             éxito oral, más son criticados» (1998: 9). En una ocasión, durante una plática con un intérprete de señas, salió a la luz
             el mismo tema. El intérprete reiteraba en buena medida la perspectiva de Tucker, pues reconocía que una vez que los
             sordos se aceptan como Sordos, la comunidad los rechaza porque «hablan». Sin embargo, la postura de Tucker es
             política, dado que con el argumento pretende convencer sobre los «males» de la comunidad y la exclusión de quienes
             alcanzan a oír y a usar la voz. Su queja se asimila a la idea cada vez más popular de «racismo inverso», pero en este
             caso sería «audismo inverso» o una clase de «sordismo» entendido como una práctica que «discrimina» a quienes
             se acercan total o medianamente a la cultura oyente, pero que se deja de lado toda la presión histórica y sistemática
             sobre las personas sordas y su idioma señado.
        229   En su estudio sobre identidades sordas en Noruega, Breivik (2010) también identificó cómo se sanciona a las personas
             sordas que hablan con la voz en eventos públicos o en reuniones comunitarias. El discurso que se halla detrás de los
             reclamos es muy similar al que ubiqué: tratar de dar legitimidad a las señas y utilizarlas con orgullo.

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