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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo




          provenía por la alta inteligibilidad de la persona que la fue a visitar para actualizar
          su audiometría (que en ese momento el nivel de pérdida audición era profundo);
          una inteligibilidad que había alcanzado a base de mucha dedicación. Por otro lado,
          presentar la credencial de discapacidad es otro modo de cumplir con el performan-
          ce, sin embargo, para adquirirla es preciso mostrar un comportamiento implícita-
          mente solicitado por la institución. Como se alcanza a identificar en el pasaje arriba
          citado, y en el que sigue, el uso de la voz produce duda incluso aun cuando haya
          documentos médicos que certifiquen la condición auditiva.


                 En todo caso, por su experiencia, consideraba que presentarse ante el DIF
          y utilizar la voz podría implicar la negación de la credencial de discapacidad y con
          ello, la desautorización en el acceso a determinados apoyos. Decidirse por solicitar
          el acompañamiento e intermediación comunicativa de un intérprete, constituye la
          reactualización del performance de aquel sordo que se valida como tal en la medida
          en que sólo se comunica por medio de las señas y que al mismo tiempo debe ser
          «mudo» según las expectativas oyentes. Independientemente de la condición audi-
          tiva, se compromete la capacidad de decidir cómo comunicarse en el terreno de los
          asuntos personales. Cristina plantea una experiencia similar en un juzgado al que
          acudió por un tema de reclamo de pensión:
                Todo fue en señas. Si a mí me estaban hablando en señas, yo también tenía que hablar en señas…
                o escribir. En ese momento no alcé la voz (…) tal vez porque pienso que no creerían que una
                persona que habla muy bien sea una discapacitada (…) yo le dije a la intérprete si podía hablar.
                Me dijo que no… porque… se puede llegar a pensar que estoy escuchado bien (…) aun cuando
                hay estudios (médicos)… para asegurarse de que estoy entendiendo la lengua de señas, era mejor
                hablar en ese lenguaje (…) el juez sí me quiso… me quiso preguntar y le preguntó a la intérprete
                si podía hablar conmigo y si yo le podía responder en lenguaje de señas… y ya la intérprete dijo
                que sí… (Cristina).

                 Iván, experimentado intérprete de señas, comentó en entrevista que en oca-
          siones la demostración de cierto nivel de habla oral y lectoescritura por parte de
          personas sordas o hipoacúsicas, es susceptible de afectarles, al menos en el ámbito
          legal: «es una bronca para nosotros los intérpretes y para el sordo mismo.  Hay mu-
          chos hipoacúsicos que creen saber español, entonces como pueden pronunciar bien
          su nombre, las cosas coloquiales, entonces el juez dice: ‘pues no necesita intérpre-
          te’». El problema, como también señaló Iván, es que con el transcurrir de la audien-
          cia se pone de manifiesto que no están entendiendo lo que se comunica, ya sea de
          manera oral o escrita, por lo que acuden a solicitar intérprete, pero el juez tiende a
          negarse.


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