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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo




          la educación, los medios de comunicación, la política, la salud o la justicia.

                 Ahora bien, es preciso poner de relieve cómo la presencia pública del sujeto
          sordo que en el mismo acto detenta las señas y excluye la voz sonora, se vincula y
          tensiona con el añejo prejuicio del ser «sordomudo». Por un lado, como he reiterado,
          diversos miembros de la comunidad han asumido la tarea pedagógica de esforzarse
          en hacer entender a los oyentes que no existe vínculo mecánico entre el ser sordo
          y el ser mudo. 231  Con ello se está recordando que muchos pueden emplear la voz,
          derivado en buena medida de prácticas oralistas impuestas. Sin embargo, la diferen-
          cia radica entre «poder» y «querer». Al refrendar las señas como su lengua, se niega
          seguir siendo objeto de las prácticas rehabilitadoras de oralización como ocurrió en
          el pasado al consagrarse el oralismo como el paradigma dominante y ejercido verti-
          calmente. La forma de «mudez» que también se pretende combatir desde, y con, las
          señas es la lingüística y política, tratando de visibilizar un modo de habla no oral:
          «En una escuela yo recuerdo que su nombre incluía la palabra «mudos»; no, eso hay
          que quitarlo, nada más que no oyen porque utilizamos la lengua de seña y podemos
          comunicarnos» (Miroslava). Alguien más indicó:

                Anteriormente se creía que el sordo no habla. La lengua de señas no era valorada como una ver-
                dadera lengua. Esa palabra (sordomudo) ha sido difícil de erradicarla en el imaginario social, en
                México aún más. Confío en que poco a poco el oyente sea más consciente de que sí somos sordos,
                pero no mudos. Somos sordos y hablamos, sólo que con nuestras manos (Ángela).


                 Más allá de los eventos públicos y políticos, las personas sordas se enfrentan
          a situaciones cotidianas, particularmente en instituciones públicas frente a repre-
          sentantes del Estado, donde el uso de la voz sigue entrando en tensión. Desde la
          perspectiva performativa del lenguaje, Austin sostiene que existen algunas palabras
          u oraciones cuya cualidad no sólo reside en la capacidad de enunciar o de describir
          un sujeto u objeto, sino también producir efectos («actos perlocutivos»), esto es,
          consecuencias prácticas: «normalmente, decir algo producirá ciertas consecuencias
          o efectos sobre los sentimientos, pensamientos o acciones del auditorio, o de quien
          emite la expresión o de otras personas» (Austin, 1991: 145).

                 Decir: «él es sordo», podría significar para algunas personas que «no puede
          hablar», aun cuando no se indique abiertamente «él es sordomudo», como de hecho

          231   Breivik (2005) señala cómo una persona que entrevistó, sabía sobre la negatividad adjudicada al término de sordo-
               mudo, sin embargo, en determinada ocasión tuvo la necesidad de asumirse como tal cuando en una fiesta algunos
               presentes deseaban e insistían en escuchar su voz. Al indicarles que era «sordomudo», las peticiones declinaron.

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