Page 500 - Más allá de la razón oyente digital digital
P. 500

Gabriel Tolentino Tapia




        se sigue expresando. Esta enunciación es proclive a producir disposiciones comunica-
        tivas. Moldea vigorosamente nuestros comportamientos y relaciones: «una vez en un
        crucero al que fui con mi esposo de vacaciones, a mi esposo se le ocurrió decir que yo
        era sorda y a partir de ese momento nadie más me volvió a hablar, fue una situación
        muy desagradable» (Clara). La evocación del término «sordo» (y qué decir de «sordo-
        mudo») activa una carga ontológica que determina la existencia (comunicativa) del
        sujeto. Cabe apuntar que Clara es sorda postlingüista, por lo que, al hacer uso de su
        voz, seguramente no se habían percatado de que era sorda. Aun con este anteceden-
        te, la «magia» de la palabra «sorda» modificó radicalmente la relación de los oyentes
        con ella. Ante este hecho, Bourdieu (1985) replicaría a Austin señalando que no es la
        palabra en sí misma la que posee el poder de producir consecuencias; es resultado de
        quien las utiliza en un marco de posiciones sociales y relaciones de poder:

             El acto de magia social consistente en intentar producir la existencia de la cosa nombrada puede
             tener éxito si quien la lleva a cabo es capaz de conseguir que se reconozca a su palabra el poder
             que ella se arroga (…) La eficacia del discurso performativo que pretende el advenimiento de
             lo que enuncia en el acto mismo de enunciar es proporcional a la autoridad de quien lo enuncia
             (Bourdieu, 1985: 90).

               En este caso, el intercambio comunicativo, y de poder, se configura bajo la
        relación sordo-oyente. Dados los efectos sociales promovidos por el uso de las pala-
        bras según quien las enuncie, este fenómeno incluso es proclive a generar pérdida
        de oportunidades:
             Me hicieron ya mi audiometría, pero la especialista que me la hizo… cuando oye mi voz me dice:
             «¿tú necesitas la audiometría?», le digo: «sí, yo soy sorda», entonces saco mis audiometrías, mi
             primera audiometría de 2004, y entonces ella la ve, entonces yo le empiezo a explicar qué es lo que
             pasó conmigo y empieza a entender todo, pero, de entrada, cuando oyen mi voz... piensan que no
             soy sorda. Entonces mi temor es que en el DIF me digan que no me van a dar mi credencial de
             discapacidad, pero otros sordos me dicen que no importa si yo uso mi voz ahí en el DIF (porque
             no habrá conflicto con sordos que se oponen al uso de la voz en público), pero yo no quiero, ¡no
             quiero!, no quiero usar mi voz, mejor que me acompañe un intérprete me acompañe, yo señar y
             que interprete (…) hay situaciones donde necesitas demostrar que tienes la discapacidad ¡y aun
             mostrando la credencial dudan! (por el uso de la voz) (Jessica).

               El apuro en el que se encontraba la persona, ratifica la idea de que, si se es
        sordo, no se está en condiciones de poseer una voz, menos una que es clara y con
        un volumen adecuado a los oídos de los oyentes. Irónicamente, entre los médicos se
        reproduce esta noción cuando es desde su gremio que la oralización se ha promo-
        cionado, incluyendo en sordos profundos. Quizá la duda de la especialista también


                                             500
   495   496   497   498   499   500   501   502   503   504   505