Page 60 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia
atención. Ello no se debe exclusivamente a que, a diferencia de la sordera, la falta
de habla oral sea más evidente.
Dado el peso de una cultura oral como la griega, la mudez tuvo mayor im-
pacto en la vida de las personas, fue más referida y preocupante (Rose, 2006; Laes,
2011; Garner, 2017). Existe un consenso acerca de que el término «sordo» no siem-
pre hizo referencia a la falta de audición, aunque sí estaba relacionado con condi-
ciones o situaciones negativas. Ferreri comenta que las investigaciones de filología
comparativa muestran indiscutiblemente que la palabra sordo se refería original-
mente a las cosas en el sentido de aburrido u obtuso y solo más tarde se vinculó a
la falta de audición en las personas (Ferreri, 1906). Garner (2017) por su cuenta,
indica que, en el inglés antiguo, la palabra «sordo» incluía los significados de «im-
productivo» y «estéril».
Lo mismo puede decirse de la palabra mudo o tonto, que se aplicó prime-
ro a objetos naturales que carecían de belleza, luz y color, luego a los animales y
finalmente al humano privado del habla (Ferreri, 1906). La filología comparativa
también muestra que estas dos palabras se usaron en cada idioma por separado.
Tomó siglos llegar al uso del término «sordomudo» como palabra compuesta (Fe-
rreri, 1906). Por ejemplo, una palabra latina para sordomudo nunca existió en la
antigüedad (Laes, 2011).
En cuanto al vínculo entre ser sordo y tonto, Ferreri (1906) señala que, en la
literatura antigua, siempre que se menciona a un sordomudo, este es representado
como una persona tonta; el habla y la razón están entrelazadas (Rose, 2006; Laes,
2011). En consecuencia, la falta de lenguaje oral sería muestra de la habilidad inte-
lectual. Ser capaz de hablar medianamente hacía la distinción de las personas tontas
(Rose, 2006: 20). Si las personas no hablan, entonces no cabe duda de que son ton-
tas. Laes sugiere que, de manera similar al vínculo orgánico entre sordera y mudez,
se pudo pensar que no hablar (con la voz) era estar privado de la razón (Laes, 2011).
De este modo, la razón oyente comienza por suprimir la razón de los sordos, dado
que la voz era la manifestación «objetiva» del uso de las competencias intelectuales.
Una vez anulada la razón, se allana el camino para todo tipo de intervenciones sobre
el sujeto. Ahora bien, pese a que se considera que en la época griega se le dio más
importancia a la oralidad que a la escucha, en el siguiente extracto de Aristóteles, es
plausible el vínculo que podría darse entre audición, habla oral y razonamiento o
inteligencia:
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