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La trama de la razón oyente en Occidente




          instruir la palabra oral y escrita, combinadas con señas y gestualidad (Calvo, 2003)
          en dos jóvenes que pertenecían a la nobleza, específicamente a la familia Velasco,
          una de las más ricas y poderosas en España desde el siglo XIII (Navarro, 2011; De
          Chaves y Soler, 1974).

                 Al parecer, el proyecto del monje puso en duda la antigua creencia heredada
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          de la época griega clásica de que las personas sordas no podían hablar.  Urdir la
          palabra oral y escrita en el siglo XVI fue un acontecimiento relativamente extraor-
          dinario. Durante dicha época todavía se consideraba que las personas sordas eran
          también mudas (Calvo, 2003); ¿cómo interpretarlo? Dado que la instrucción de las
          personas sordas se había originado a partir de ciertas órdenes religiosas, este suce-
          so se llegaba a vincular con el milagro (De Saint-Loup, 1996).

                 Empero, Calvo (2003) señala que en el siglo XVI el concepto de milagro esta-
          ba poco claro; el suceso se apegaba a lo milagroso, aunque se trataba de una acción
          humana. Incluso el propio monje Pedro Ponce de León reconocía una interacción de
          lo divino y lo terrenal en su labor: «la manera en la que Ponce se refiere a sus ense-
          ñanzas muestra que era consciente de que su ‘industria’ se debía a sus dotes peda-
          gógicas, pero al mismo tiempo se remite a la bondad divina para explicar sus éxitos»
          (Calvo, 2003: 119). En el siglo siguiente, el XVII, la escritura alcanzó a la pedagogía de
          las personas sordas con la publicación de «Reducción de las letras y arte para ense-
          ñar a hablar los mudos» en 1620, una obra escrita por el español Juan Pablo Bonet.
          Su relevancia no sólo radica en que fue el primer documento escrito sobre esta ma-
          teria, sino por la sistematización de un método para suscitar la palabra oral-escrita
          y la dactilología. Bonet (1930) sabía que la mudez podía deberse a una afectación
          auditiva y, por lo tanto, obstaculizar el habla. Su trabajo se centró tanto en ejercitar la
          palabra escrita como hablada, acompañada del desarrollo del abecedario manual:

                Le harán formar al mudo con su mano derecha todas aquellas figuras como aparecen pintadas, y
                el que le enseñare las hará también, para que aprenda con mayor facilidad viéndolas imitadas en
                la mano del maestro, y a cada una que le fueren haciendo le irán señalando con el dedo de la mano
                izquierda la letra que significa (…) que el mudo vea todo el cóncavo de la boca del que le enseñare, y
                empezará por las cinco letras vocales, por cuanto son más fáciles de pronunciar (Bonet, 1930: 116).


          19   Los métodos exactamente empleados por Pedro Ponce de León son hasta cierto punto inciertos. Dejó un legado es-
             crito acotado. Además de este notable monje, también se habla Manuel Ramírez de Carrión (1579–1652?) (De Chaves y
             Soler, 1975), San Juan de Beverly (674–735), Rudolf Agrícola (1443–1485), Girolamo Cardano (1501–1576), Solomon Alberti
             (1540–1600), San Francisco de Sales (1567–1622) y del fray Vicente de Santo Domingo (1525-?1590) (Villwock, 2016)
             como precursores en la educación de las personas sordas. Los signos de interrogación indican dudas sobre los años de
             los acontecimientos.

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