Page 96 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        sorda» (Garner, 2017: 26). Desde otra perspectiva se sostiene que las señas se ase-
        mejan a la oralidad en virtud de que se basaban en la «comunicación en vivo y cara
        a cara» (Krentz, 2006; McCleary, 2003: 14).


               Frente a la amplia perspectiva que sitúa a las señas como una forma de ora-
        lidad, se halla McCleary (2023) quien mantiene que esa concepción perpetúa una
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        visión «oralcentrista» del lenguaje.   Desde mi perspectiva, la oralidad y la escritu-
        ra tienen una relación mucho más estrecha que cualquiera de los dos elementos con
        las señas. No obstante, presentan cualidades que las distinguen. Por ejemplo, duran-
        te los cursos de lenguas de señas que tomé en el periodo de trabajo de campo, supe
        que en ciertas señas la lengua (a partir de cierto movimiento) cumple una función
        comunicativa visual antes que sonora, pero las señas en general no provienen de la
        boca, es decir, de lo oral.

               Abro un paréntesis para exponer que, pese al reconocimiento de las señas
        como lenguas, es irónico llamarlas «lenguas». Si revisamos el concepto formal de
        «lengua» según la Real Academia de la Lengua, esta se define como: «Sistema de
        comunicación verbal propio de una comunidad humana y que cuenta generalmente
        con una escritura» (https://dle.rae.es/lengua). De ello se deduce que el concepto
        hoy aceptado sigue negando o invisibilizando a las «lenguas» de señas, consideran-
        do que todas son verbales (orales, algunas incluso escritas). La lengua, en tanto que
        sistema de comunicación, evoca literalmente un órgano de la boca necesario justa-
        mente para todas las lenguas que son orales, pero no de señas.

               La «lengua de señas» no proviene precisamente de la lengua, sino de las ma-
        nos, además de los gestos y movimientos corporales. «Lengua de señas», entonces, po-
        dría considerarse un término contradictorio. De manera análoga a las lenguas orales,
        la interpretación literal sería «mano de señas», pero ya que la lengua en este contexto
        no refiere al órgano del cuerpo (aunque lo involucra técnicamente) sino a un sistema
        de comunicación, entonces sería más adecuado denominarla «idioma de señas». Así,
        los idiomas pueden ser orales y señados, con o sin escritura. Cierro el paréntesis.




        32   De manera alternativa, McCleary (2003) considera que tanto la oralidad como las señas tienen en común el proceder
           de una corporalidad comunicativa. La denominada oralidad y las señas son dimensiones de una «historia encarnada o
           corporal de las formas de comunicar» (McCleary, 2003: 11). A ello, por supuesto, podemos agregar la escritura como otra
           forma de expresión que indudablemente se realiza desde lo corpóreo, no sólo porque al igual que la oralidad y las señas
           se vincula con una actividad cognitiva, sino porque en su producción y en su consumo (la lectura), la escritura sugiere o
           exige la instrucción y utilización del cuerpo.

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