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Construcción científico-estatal de anormalidad en la Ciudad de México




          lisiados que por cualquier defecto físico o mental fueran inútiles para el trabajo, en
          tanto que bajo dichas condiciones serían una carga para la sociedad o el gobierno
          (Diario Oficial, 1908). Esta misma perspectiva se refrendaría en la Ley de migración
          que se formuló en 1926 (Yankelevich, 2013).

                 No ha de sorprender que en 1933 el jefe de Sanidad Federal en los Estados
          estableciera un acuerdo con el secretario general del Departamento de Salubridad
          sobre la consulta del delegado sanitario en Nuevo Laredo, Tamaulipas sobre si era
          posible permitir la entrada al país de turistas ciegos, sordomudos o paralíticos por
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          accidente.
                 Las políticas de inmigración se convertían en formas de control socio-terri-
          torial en un contexto higienista y después eugenésico. Del mismo modo en el que el
          cuerpo de las personas sordas ha sido revisado en búsqueda de elementos extraños
          que interfirieran con una escucha sana, el cuerpo socio-territorial del Estado debía
          ser protegido de «cuerpos» externos que pudieran degradarlo. Asimismo, la estadís-
          tica de inicios de siglo XX refleja un interés por contabilizar a aquellos sectores que
          probablemente eran considerados como un lastre para el desarrollo nacional. Luego
          de desaparecer de la representación estadística, la gente con discapacidad, incluidas
          las personas sordas, reapareció a finales del siglo XX, pero bajo condiciones sociales
          y políticas muy diferentes, tal como abordaré casi al final del presente capítulo.

                 Vagos e inválidos como «inútiles sociales». El 24 de agosto de 1845 el pe-
          riódico Siglo Diez y Nueve publicó una nota en la que un «mendigo» joven francés
          se había hecho pasar por sordomudo para recibir la atención que daban en el esta-
          blecimiento de sordo-mudos de Saint-Jacques. La sensación de la nota radicaba en
          cómo alguien que escuchaba había logrado hacerse pasar por sordomudo varios
          meses para obtener un beneficio. Sin embargo, lo que interesa resaltar es el que
          haya aprendido de un verdadero sordomudo el «arte» de mendigar. En múltiples so-
          ciedades y periodos, la mendicidad ha estado naturalizada e incluso reglamentada.
          Es la práctica que una persona realiza porque ese ha de ser su lugar en la sociedad.
          A este precepto no han escapado las personas con discapacidad en general y los
          sordos en particular.


          45   La referencia se encuentra en el «Archivo secretaria de Salud. Salubridad Pública. Servicio Jurídico S/Se». Si bien pude
             leer un resumen en internet, no accedí a la nota completa debido a las restricciones actuales por COVID-19. En una época
             más o menos concordante, Baynton (2006) ha puesto de relieve cómo en Estados Unidos, entre 1882 y 1924, se había
             establecido una política inmigratoria en la que la recepción de «sordomudos» tampoco era deseable.


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