Page 160 - Más allá de la razón oyente digital digital
P. 160
Gabriel Tolentino Tapia
2. Geografía Sorda y el concepto de lugar
La inquietud por el espacio, el tiempo y la discapacidad, y ahora también con rela-
ción a la comunidad Sorda, me ha conducido por diversas sendas teóricas. Una de
estas ha sido la «geografía Sorda», cuyo acercamiento sucedió prácticamente mien-
tras realizaba el trabajo de campo. Se trata de un campo de estudios que comenzó
a forjarse en el contexto anglosajón hace no más de dos décadas. En mi opinión,
articula dos aspectos que de acuerdo con Harvey (1998) la posmodernidad ha per-
mitido visibilizar: el espacio y la diversidad de culturas e identidades.
Por un lado, con el denominado «giro» o «turno espacial», se ha pretendido
subvertir la ausencia del espacio en el desarrollo del pensamiento social, desde que
surgieron las teorías decimonónicas de la modernidad. En este conjunto de teorías,
el tiempo asociado al devenir de la humanidad, al progreso o a las contradicciones
históricas entre clases sociales, ocupó un lugar central. Por otro lado, con la posmo-
dernidad también se habría puesto de relieve el reconocimiento de la diversidad de
identidades social e históricamente marginadas que reclaman su «lugar» no sólo en
el sentido social, cultural, político e histórico dentro de la escena pública, sino tam-
bién en el sentido espacial. 67
Al menos desde la década de los sesenta, los movimientos sociales y los pro-
yectos académicos vinculados a la lingüística de las señas y a la discapacidad, co-
menzaron a plantear nuevos enfoques sociales, políticos y culturales que pretendían
discutir el reconocimiento de las comunidades Sordas. Si bien estas luchas trazadas
desde los movimientos sociales y la academia llevan ya varias décadas, sólo en años
recientes el problema del espacio se convirtió en un objeto de estudio concreto a
través de la geografía Sorda, un campo de investigación sumamente vinculado a los
estudios Sordos. 68
67 No se debe dejar de lado que, para el citado autor, aunque este reconocimiento paralelo por los espacios y las diversas
identidades ejerce una influencia positiva, critica el hecho de que se llega a condensar en el relato posmoderno como la
superposición de diferentes mundos sociales y culturales incomunicados aun cuando comparten un espacio de coexisten-
cia. Además, deja de lado los procesos de «guetificación» y de segregación de grupos en situación de pobreza y minorías
culturales. En mi opinión, esta disyunción se vislumbra en las políticas del reconocimiento, cuya visibilización y reconocimiento
simbólico de grupos social e históricamente negados no necesariamente se traduce en cambios materiales y económicos
que modifiquen la estructura social de desigualdades de clase a las que eventualmente se encuentran sometidos muchos
grupos étnicos e identitarios.
68 Anteriormente he trabajado desde la «geografía de la discapacidad», surgida previo a la geografía Sorda. No pretendo
extender la discusión sobre ambos campos de estudio porque rebasa los intereses de la investigación. Gulliver (2009) y
otros autores han expresado por qué es necesaria una geografía Sorda particular. Un aspecto nodal es que la geografía
de la discapacidad presta poca atención a la cuestión comunicativa. Es decir, al examen de cómo se producen espacios a
través del contraste entre las lenguas de señas y las lenguas orales. En el mismo tenor, la etnografía que presento demuestra
160

