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Gabriel Tolentino Tapia




        propuesto hablar de lugares antes que de espacio(s) y tiempo(s). Esta sugerencia no
        refiere a un simple intercambio de palabras, considerando que lugar y espacio (parti-
        cularmente las nociones de espacio social y producción social del espacio) son térmi-
        nos a menudo confundidos (Cresswell, 2008) y empleados con sinónimos.

               Es verdad que el espacio sigue considerándose una categoría más abstracta
        que la de lugar (Cresswell, 2008) y que esta última, al evocar aspectos culturales y sim-
        bólicos, es más familiar para los antropólogos. Autores como Cresswell (2008) y Tuan
        (1997) sostienen que el espacio se convierte en lugar conforme adquiere un sentido
        y significado para quienes lo habitan. Desde luego, hay autores y autoras como Mas-
        sey (2008) que desdeñan la supeditación del espacio a una entidad abstracta y el lugar
        como lo concretamente vivido, pero la preocupación que planteo no gira en torno a los
        posibles niveles de abstracción del espacio, sino sobre su relación con el tiempo.

               A menudo, cuando se habla de espacio en ciencias sociales, el tiempo se des-
        dibuja. Pasa a ocupar un lugar secundario o nulo. Más problemático aún es el tiempo
        repetitivo o fugaz relativo a la vida cotidiana. El tiempo histórico, como se plantea
        desde el giro espacial, ha dominado el pensamiento social. De Hägerstrand a Harvey,
        existen distintos intentos de sujetar el tiempo y el espacio: lo que en la vida diaria
        y en la naturaleza permanecen indisolubles y donde inevitablemente nos situamos.
        Esa es una discusión muy amplia, pero en términos antropológicos y operativos con-
        sidero que el concepto de lugar permite ligar a las dos dimensiones. En efecto, para
        Casey, el espacio y el tiempo convergen en el lugar. Más aún: emergen de la expe-
        riencia del lugar, en tanto que las relaciones espaciales (entre sujetos, objetos) y los
        sucesos temporales ocurren en un «lugar» (las comillas son mías) particular (Casey,
        1996: 36-37). Visto así, el lugar es un concepto que entrelaza y «antropologiza» al
        tiempo y al espacio.

               En cuanto a la geografía sorda, el concepto de espacio sordo pretende incluir
        la cuestión temporal, sin embargo, espacio y tiempo no son lo mismo. Es posible que
        en el análisis empírico y teórico, dada la centralidad que ocupa el espacio desde su
        enunciación (espacio sordo), el tiempo se diluya. Evidentemente, puede tratarse de
        una operación que disgrega el tiempo y el espacio con fines analíticos, sin embargo,
        siempre están entrelazados. Existe el espacio sordo, pero también puede existir el
        «tiempo sordo». Aunque intrínsecos, no son exactamente lo mismo. En este sentido,
        el análisis del lugar apuntala la perspectiva de los espacios sordos acerca de sus
        múltiples espesores espaciales y temporales.



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