Page 163 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Geografía Sorda   afía Sorda
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          dad no es única. Siguiendo a las comunidades rurales e indígenas que se asentaron
          en la ciudad, la antropología de lo urbano ha llegado a comprender que no precisa-
          mente residen en un mismo lugar, como si se tratara de mosaicos espaciales y cultu-
          rales. Por el contrario, tienden a tejer redes de relaciones y de lugares dispersos en
          la ciudad y más allá de su contorno (Giner, 2015; Gravano, 2016).

                 Vale la pena señalar que durante el trabajo de campo comenzaba a experi-
          mentar y a intuir como oyente la entrada y salida de los llamados espacios sordos.
          Por un lado, empezaba a registrar las condiciones físicas de los lugares. Por ejemplo,
          en varios edificios el timbre es una luz y no sonido. Las señales visuales tienden a
          ser la regla y también el silencio (aunque entre las mismas personas sordas dicen
          ser muy «ruidosas» de manera visual con las manos y otras tantas tienden a emitir
          sonidos con la boca). Empero, el aspecto más significativo que hacía notar el estar
          dentro y fuera de estos lugares era la comunicación.


                 En efecto, principalmente por mi competencia trunca en las señas, muchas
          veces experimenté de modo frustrante estar en sitios de personas sordas donde
          poco o nada entendía, sobre todo al inicio de la investigación y cuando las conver-
          saciones eran grupales. A modo de metáfora, al principio lo comparé con quien no
          sabe nadar y se arroja al mar. Ese mar eran los grupos con los que interactuaba, cuya
          comunicación ocurre principalmente en señas. La dificultad de entender lo que se
          comunicaba me hacía querer regresar a la orilla de ese mar, que es el español donde
          me sentía más seguro. Finalmente, cuando había un intérprete, él o ella eran como
          mi salvavidas en ese mar.

                 Pronto me di cuenta de que los papeles se habían invertido: lo que yo vivía
          estando en aquellos sitios, es lo que cotidianamente viven las personas allá afuera.
          Pienso que el comprender mi situación hizo que las personas sordas en general tu-
          vieran consideraciones conmigo, por ejemplo, el hacer las señas de modo más lento
          de lo acostumbrado o cuando se podía, acudir a la escritura y a la oralización. Es un
          gesto de empatía que pone de manifiesto el privilegio oyente.


                 La presente investigación abreva de la geografía sorda, en virtud de que per-
          mite dilucidar diversas preocupaciones que se fueron formulando antes y durante el
          proceso de trabajo de campo. Los sitios que pretende examinar el presente capítulo,
          poseen buena parte de los elementos que definen a los denominados espacios sordos;
          sin embargo, es preciso considerar el concepto de «lugar». En párrafos anteriores he



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