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Geografía Sorda




                 En términos generales, dicha geografía encarna una preocupación acerca de
          las múltiples relaciones e influencias recíprocas que suceden entre el espacio y el
          sujeto sordo. Dadas sus perspectivas, se vincula a la geografía humana, especial-
          mente a la geografía cultural (Gulliver, 2009; Gulliver y Kitzel, 2016), y especialmen-
          te las investigaciones de Gulliver, abrevan de la perspectiva relacional del espacio
          propuesta por Lefebvre. Uno de los elementos medulares de esta geografía es anali-
          zar cómo la interacción social entre personas sordas a través de la lengua de señas
          crea «espacios sordos». En efecto, el gesto y la seña suponen formas de corporalidad
          y comunicación que requieren de un espacio de co-presencia y visibilidad.

                 Desde los estudios de lenguas de señas se entiende muy bien este contexto
          comunicativo, pero en la medida que un espacio se va perfilando para ser apropia-
          do físicamente y empleado reiteradamente para el encuentro y la comunicación en
          señas, entonces podría decirse que asistimos a la formación de un espacio sordo. 69
          Con el paso del tiempo, este espacio es transformado de acuerdo con los sentidos
          del mundo y necesidades espaciales y visuales de las personas sordas (Gulliver y
          Kitzel, 2016). En el espacio se imprime la cultura Sorda.


                 En muchas situaciones actuales e históricas, su emergencia no obedece a un
          proceso natural o armónico. Por el contrario, suelen ser el resultado de procesos de
          exclusión del mundo oyente (Gulliver, 2008, 2009). Esta aseveración pone de mani-
          fiesto que las relaciones sociales y culturales siempre poseen una connotación de
          poder, cuya expresión también sucede en el espacio.

                 Gulliver y Fekete (2017) señalan que los espacios sordos no son nuevos; se
          han formado ahí donde las personas sordas establezcan comunicación, vínculos so-
          ciales, arraigo y pautas culturales: desarrollo de la lengua, identidades, tradiciones,
          conocimiento, memoria compartida y también una agenda política compartida. Aun-
          que siempre presente, esta geografía ha sido invisibilizada en las ciencias sociales
          (Gulliver y Fekete, 2017; Gulliver y Kitzel, 2016). Los espacios sordos representan un
          tipo particular de lo que Agnew (1997) denomina como las «geografías ocultas».


              cómo las dinámicas espaciales de la comunidad Sorda producen una geografía singular, distinguiéndose de otros grupos
              de personas con discapacidad. Mi perspectiva es que efectivamente debe comprenderse esta geografía Sorda particu-
              lar, pero identificando dónde, cuándo y por qué suceden encuentros con otras personas que tienen diferentes tipos de
              discapacidad. En el presente capítulo y en el II he abordado este encuentro desde una mirada histórica. En el capítulo VI
              lo retomo de nueva cuenta en el contexto actual de las políticas del reconocimiento, incluidas las de discapacidad y de
              derechos humanos.
          69   Dicho concepto no debe confundirse con el de DeafSpace. Aunque están sumamente vinculados, este último hace re-
              ferencia al diseño urbanístico y arquitectónico tomando en cuenta las condiciones generales de vida y de comunicación
              espacial y visual de las personas sordas (Bauman-Hansel, 2014).

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