Page 236 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        gación (los vagoneros, el Templo de San Hipólito, IncluSor y los Testigos de Jehová)
        se entretejen ciertos vínculos sociales.


               El segundo, circunscrito a los vagoneros, es que demuestra una forma de
        organización de personas sordas al interior de este medio de transporte. La iden-
        tidad sorda se traslada a lo profundo del Metro, generando formas particulares de
        organizarse con independencia de los comerciantes oyentes. No terminé de identi-
        ficar si en todas las líneas actualmente hay organizaciones de personas sordas, pero
        entre los casos que ubiqué, es clara la articulación de los vagoneros en función de las
        líneas del Metro. Cada grupo se apropia de una línea, pero no es posible ir a otra a
        vender. Me lo habían dicho, pero lo comprobé en la práctica. Durante cierta ocasión
        transitaba con Edith y Martha por la línea uno y les pregunté si podían vender ahí
        (porque Edith traía un poco de mercancía) pero me dijo que no, que había que res-
        petar porque hay otros vendedores sordos.


               Considerando la perspectiva acerca del conflicto y la disputa constante en
        torno a los lugares (Massey, 1994; Cresswell, 2008) el Metro se convierte en un lu-
        gar de control y de vigilancia en función de las identidades, pero no sólo con respec-
        to de otros sordos que puedan ingresar sin su consentimiento, sino también el cui-
        dado gira en torno de los oyentes. Aun cuando las relaciones con «los ambulantes»
        (los vagoneros hacen la seña de «ambulante» para referirse a los otros grupos de
        comerciantes de vagones que son oyentes, mientras que ellos se autodefinen como
        vagoneros sordos) son de cordialidad, en realidad deben estar al pendiente sobre
        algún posible incidente.

               Esta distinción con los oyentes alude a las múltiples identidades que pueden
        tener cabida en un mismo lugar como supone Massey (1994), pero también pone
        de relieve las vicisitudes derivadas de compartir un mismo sitio. Por ejemplo, Edith
        ha sido objeto del acoso por parte de algunos ambulantes oyentes que «juegan» a
        meter mano en su mochila para quitarle su mercancía.














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