Page 276 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




               Jessica, sorda postlingüista y una de las fundadoras de IncluSor, forma parte
        de quienes han acudido al Templo buscando cursos de señas. La primera ocasión
        que acudió en 2011, le dieron un volante sobre los cursos. También le vendieron
        un video en VHS con señas básicas (saludos, el ABC, días de la semana). Tiempo
        después regresó ya con la intención de integrarse a los cursos. Ahí Jessica también
        ubica que sus compañeros eran estudiantes de «educación especial» e «interesados
        en general».

               El Templo ha ocupado un papel importante en la difusión de las señas. No
        sorprende al personal del recinto que acudan estudiantes de «educación especial»,
        pedagogía o áreas afines para aprender señas. De hecho, durante mi estancia de
        campo acudieron alumnos de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) para reali-
        zar algunas entrevistas al personal encargado de los cursos de LSM. Es así como un
        sitio religioso ha servido de orientación, aprendizaje y difusión de las señas hacia el
        mundo laico.

               Entre los Testigos de Jehová se presentan otras condiciones y motivos por
        los que personas sordas se acercan a dicha religión. Al interior de la misma comu-
        nidad Sorda se reconoce la amplia labor de este grupo religioso en cuanto a la difu-
        sión de las señas. Identificada su importancia, al poco tiempo de haber iniciado el
        trabajo de campo comencé a preguntar a mis interlocutores en entrevistas formales
        y pláticas cotidianas si en algún momento habían sido visitados por los Testigos de
        Jehová. La gran mayoría contestó afirmativamente, siendo abordados no sólo en sus
        viviendas, sino también en lugares de trabajo y en sitios de reunión como sedes de
        asociaciones civiles, particularmente en IncluSor. Lo sorprendente para algunos de
        ellos es que, aunque muchos eran oyentes, sabían LSM. Pese a estas visitas, casi to-
        dos, a excepción de Cecilia (que conocí en el Templo de San Hipólito), manifestaron
        no interesarse, asistir a sus reuniones, aprender señas por medio de ellos o conside-
        rarse como parte de esta religión.

               Cecilia es una joven que en 2019 tenía 22 años. Desde los cuatro años utiliza
        aparatos auditivos. Un año antes su familia se percató de su dificultad auditiva. Dice
        ella que se trata de una cuestión hereditaria transmitida por su abuelo materno. Lo
        suyo ha sido progresivo: cuando tenía 11 años su audición en general se había re-
        ducido en un 80 %. Para 2019, cuando la entrevisté, había disminuido en 100 % de
        un oído y un 92 % en el otro, es decir, una pérdida casi total según los parámetros
        clínicos. Cecilia siempre asistió a escuelas «regulares» (denominadas así en el ám-



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