Page 38 - Más allá de la razón oyente digital digital
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de producir cultura y quizá sólo reducidas a una antropología médica o de la salud
en la que se tratara de investigar cómo las sociedades por medio de sus pautas cul-
turales las conciben y, eventualmente, traten de curar. La antropología sorda pue-
de participar de ese tipo de indagaciones, pero también se esforzará por tratar de
comprender las diferentes formas en que cada comunidad produce sus relaciones,
instituciones y prácticas socioculturales vinculadas a la lengua de señas.
Desde luego, una antropología de esta naturaleza tendrá como base metodo-
lógica a la etnografía, enfoque que precisamente ha sido ampliamente utilizado en
todo el mundo para estudiar a comunidades Sordas. Aunado a la antropología sorda,
parte importante del presente trabajo se enmarca en la geografía sorda, entendida
como un campo particular de estudios que tiene por objetivo examinar de qué ma-
neras y en qué condiciones las personas forjan «espacios Sordos» (Gulliver y Kitzel,
2016; Gulliver y Fekete, 2017).
Personalmente, vinculo tal enfoque con la antropología urbana, en virtud
de que permite comprender que las comunidades en las ciudades distan de ser au-
tocontenidas en un espacio determinado (Giner, 2015). En el caso de la comunidad
sorda, dicho criterio estaría lejos de cumplirse porque no existen «barrios sordos»
como sí hubo en la antigua Unión Soviética (Shaw, 2015), pero la antropología ur-
bana también indica que no es posible someterse al estudio de las relaciones comu-
nitarias internas dejando de atender al conjunto de influencias y de conexiones que
existe con todo lo demás (Gravano, 2016) y este sería un aporte importante para la
geografía Sorda. Porque si bien no se conciben zonas de sordos, sino más bien luga-
res por aquí y por allá, estos no dejan de vincularse cada uno o en su conjunto, con
las dinámicas externas en términos socio-espaciales y oyentes.
En alguna ocasión, una intérprete de LSM enfatizó durante una conversación
grupal que la comunidad Sorda no es «de» la Ciudad de México, sino que está «en» la
ciudad porque más que pertenecer a un lugar, pertenece a una comunidad nacional
mucho más amplia, incluso global o globalizada. El comentario me produjo la idea
de que estuviese «flotando» y amarrada al vínculo social con otras comunidades
locales también flotando, todas desprendidas y desarraigadas del suelo que pisan.
Quizá el «de» no sustituya al «en» y tampoco en el sentido contrario. Habría que
considerar, por un lado, de qué modos la producción y configuración socio-espacial
de la estructura de la ciudad y de sus lugares, influye de manera importante en la
distribución y organización de los grupos y lugares de sordos. Por otro lado, cómo
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