Page 42 - Más allá de la razón oyente digital digital
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otros vendedores sordos al exterior del Metro; 5) seguir en el papel (otras investi-
gaciones o notas periodísticas) los lugares rememorados; 6) seguir y acudir por mi
cuenta o por invitación a eventos únicos y periódicos y; 7) seguir a los grupos con
los que estaba ya trabajando a sus actividades fuera de la Ciudad de México. De este
modo, acompañando a tres grupos distintos, visité cuatro estados de la república
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mexicana.
Conforme avanzaba en las tareas del seguir y el registro, emergían más si-
tios. Por lo tanto, decidí establecer niveles de profundidad etnográfica. En primer
lugar, desarrollé trabajo de campo con más detenimiento en cuatro grupos prin-
cipales: 1) IncluSor donde formalmente inicié el trabajo de campo luego de hallar
sus datos de contacto en Facebook; 2) la congregación de señas de los Testigos de
Jehová, a la que llegué por medio de las «palabras», es decir, gente que en la zona
me recomendaba acudir a uno u otro lugar si deseaba contactar a personas sordas;
3) los vagoneros Sordos a quienes comencé a encontrar precisamente viajando para
realizar actividades de trabajo de campo y; 4) el Templo de San Hipólito del que rá-
pidamente comencé a tener noticia por parte de distintas personas, hasta que ama-
blemente Ernestina, una compañera de cursos de LSM en IncluSor, me presentó en
el lugar. 11
10 Con los Testigos de Jehová fui a una reunión de «circuito» de varias congregaciones de señas, realizada en el estado de
Morelos. A los vagoneros de la línea 3 los acompañé a una peregrinación religiosa a Chalma, Estado de México. También
asistí a un par de fiestas familiares en Xochimilco. Finalmente, con IncluSor acudí al estado de Querétaro a un evento de
música para sordos y oyentes y a Chihuahua a una reunión del Movimiento Nacional de Educación Bilingüe (MEBISOR).
11 Para ese momento inicial de la investigación todavía estaba vigente el proyecto de estudio original. Visitar la Alcaldía de
Milpa Alta formaba parte de la estrategia para comprender formas de movilidad cotidiana de personas sordas ubicadas
en distintas áreas de la ciudad, céntricas y periféricas, considerando que este factor podría influir de manera importante
en las movilidades. En mi prejuicio, podría contactar a sordos en la zona sólo por medio de alguna institución de rehabilita-
ción o quizá, aunque con menos posibilidad, a través de alguna asociación civil. Cuando acudí por primera ocasión, lo que
encontré fue precisamente un «paisaje rehabilitador»: anuncios, cartulinas y consultorios públicos o privados dedicados a
ofrecer aparatos auditivos o terapias de audición. En esos lugares las personas sordas no se reunían y por obvias razones
(comenzando por ser un desconocido), los encargados se negaron a proporcionarme cualquier dato de contacto.
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