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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo




          transmitir una voz no «naca», son derivación de una exigencia oyente no siempre
          dicha, pero que aun sin exclamarse sigue generando presión.

                 En tercer lugar, para algunos sordos que entrevisté o que tuve oportunidad
          de conocer sus puntos de vista en eventos públicos, es necesario demostrar a la
          sociedad y a los políticos la pluralidad que existe en la comunidad sorda. Entonces,
          una tarea pendiente es comprender la diversidad de formas de asumirse y comuni-
          car. Sin embargo, reconocerlo no exime a los gobiernos de responsabilidades tales
          como, el acceso a la educación en lengua de señas, contar con intérpretes en cada
          ámbito de interés público o asentir que es una lengua materna. Por último, en el
          plano del reconocimiento lingüístico, la diferenciación que sordos y oyentes hacen
          por igual entre señar aparte emplear la voz como sinónimo de hablar y señar, indica
          que sigue pendiente la tarea de reconocer a la lengua de señas como modo de habla.
          Anteriormente también puse de manifiesto que la noción de «lengua» como idioma,
          implícitamente perpetúa la idea de que literalmente todos los idiomas proceden de
          la boca, dejando poco margen para los que tienen su origen en las manos.

                 Aunado a la incesante discusión de los capitales comunicacionales, es pre-
          ciso tomar en cuenta la presencia de identidades emergentes. El ser Sordo se posi-
          ciona frente a otras formas de identidad particulares, quizá no recientes, pero que
          comienzan a tomar una perspectiva singular, tal es el caso de grupos de personas con
          implante coclear y sus familias, quienes son postlingüistas e hipoacúsicos. A través
          de su trabajo etnográfico con familias de niños implantados, Mauldin sugiere que la
          tecnología asociada al implante coclear también genera comunidad y «cómo, a pesar
          del hecho de que el lado pro-implantación del debate se articula a través del discurso
          neurológico y se expresa dentro de la objetividad de la ciencia es, sin embargo, tan
          ‘cultural’ como el lado del argumento Sordo» (2012: 228). Entre las personas postlin-
          güistas su condición también produce una suerte de vínculo emocional e identitario
          que no es posible omitir. Una joven sorda postlingüista lo expresó en la entrevista:

                (Su ahora amiga) con 23 años acabadita de perder la audición, terminando su carrera fue una fase
                muy difícil al principio porque una persona de repente de, de la nada ¡poom!, sordera profunda…
                entonces en la terapia y en la convivencia constante llegamos a establecer una buena amistad (…)
                siempre hemos estado en contacto y lo que nos une mucho es que somos sordas, pero no porque na-
                cimos sordas, sino porque nos quedamos sordas y ese es un proceso que te… te acerca… (Ángela).


                 En la recta final del trabajo de campo conocí a un joven hipoacúsico de ori-
          gen boliviano que había venido a México a comprar unos nuevos aparatos auditivos,



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