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La lengua de señas como acervo disputado




          por una actriz oyente que actuaba como sorda y que se comunicaba por medio de la
          American Sign Languaje (ASL). 258

                 En este sentido, CODA reimpulsó un fenómeno que ya venía de años atrás:
          ¿es este un fenómeno positivo? Podría indicarse que sí, en virtud de que da mayor
          visibilidad pública al idioma y a sus hablantes. No obstante, al interior de la comu-
          nidad, la demanda externa (oyente) está dando lugar a problemáticas que muchos
          oyentes, en su calidad de solicitantes de cursos o instructores, ignoran, evaden o mi-
          nimizan. Acudiendo a una regla básica de la economía, si hay demanda habrá oferta.
          En Facebook y otras redes virtuales proliferan grupos de sordos y de LSM. Basta con
          introducir algunas palabras de búsqueda para acceder a estos foros y encontrar una
          extendida oferta. De igual modo, si se pregunta dónde y con quién tomar un curso,
          enseguida abundarán respuestas con recomendaciones.

                 El problema de la gran demanda es que empezó a producir fricciones en-
          tre los ofertantes. Comenzaron a surgir interrogantes sobre quiénes pueden enseñar
          lengua de señas, qué características deben poseer los instructores o cuál es la forma
          adecuada de organizar un curso. La lengua de señas puede entenderse como un idio-
          ma cuyo fin cotidiano es comunicar, pero también y cada vez con más ahínco, como
          un «bien» en constante disputa de la que participan sordos y oyentes por igual.


                 En  apariencia, la  lengua  de señas se encuentra  disponible para  quien lo
          desee, en igualdad de condiciones de acceso. A primera vista constituye un acervo
          intangible distribuido homogéneamente entre sus hablantes. Sin embargo, desde
          una perspectiva sociológica, política y económica, está desigualmente distribuido;
          a nivel técnico, no todos los miembros de esta minoría lingüística (lo que por ex-
          tensión incluiría a los oyentes practicantes de la LMS) poseen el mismo cúmulo de
          señas aprendidas y utilizadas correctamente según los usos gramaticales aceptados.
          Tampoco todos poseen la misma autoridad sobre la lengua; sólo algunos estarán en
          condiciones de aceptar, promover o negar una seña, por ejemplo.

                 En consecuencia, la lengua de señas es objeto de disputas por su definición
          (cuáles son las señas válidas), apropiación (cómo es aprendida y en qué condicio-
          nes) y uso legítimo (quién puede, por ejemplo, ser profesor de señas). Tal como se-
          ñala Bourdieu (1985), más allá de su sentido plenamente lingüístico y comunicativo

          258   Similar a las producciones que he mencionado, esta también generó aprobaciones y descontentos, en este caso
               porque aun cuando se puso atención a una correcta comunicación en ASL, la actriz es oyente.

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