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La lengua de señas como acervo disputado




          clusivo», que en acciones afirmativas espontáneas o sistemáticas que no requieren
          de auto difusión y alarde. 268  Al interesarse por las señas, sin embargo, no siempre
          se piensa con seriedad para qué aprender y con quiénes se debe acudir. Quizá un
          criterio de selección es lo económico, aunque no siempre resulte ser la mejor deci-
          sión. En suma, ya sea que deseemos aprender para evangelizar, llevar a cabo una in-
          vestigación, convertirnos en intérpretes profesionales, seamos terapeutas, seamos
          profesores o queramos ser inclusivos y mejores seres humanos, el aprendizaje de
          LSM siempre guarda un móvil instrumental no siempre declarado.


                 Al hacerlo, es decir, pretender aprender, nos enfrentaremos a una estructura
          comunitaria no siempre clara, pero que nos antecede. Procurar aprender LSM debe-
          ría incluir el preguntarse a qué nos enfrentamos socialmente y de qué manera nues-
          tra buena intención puede terminar por perjudicar. No existe algo equiparable a la
          Real Academia Española que intervenga en los usos sociales de la LSM y el gobierno
          tampoco presta mucha atención (algunos dirán que afortunadamente), comenzan-
          do por la tarea de garantizar intérpretes calificados o profesores sordos. En algunos
          contextos gubernamentales de hecho la LSM no figura. 269


                 Por lo tanto, no se cuenta con una entidad que certifique los cursos de LSM y
          emita algún tipo de validación curricular. Con tales características, podrá señalarse
          que la lengua de señas posee una regulación principalmente comunitaria, pero in-
          formal. Líderes sordos, sordos adultos mayores y familias de sordos se han lanzado
          a la cabeza como instituciones que pretenden resguardar la LSM de aquellas ame-
          nazas tanto externas (español y oyentes) como internas (por ejemplo, de la impor-
          tación de señas norteamericanas por parte de otros sordos). Esta cualidad permite
          que la gestión del acervo lingüístico recaiga exclusivamente en la comunidad. Sin
          embargo, la libertad de usos y de prácticas en torno de la LSM produce tensiones,
          como las que describí alrededor de los cursos de enseñanza.

                 Al ser una lengua no escrita, existen contados proyectos y recursos que han
          tratado de sistematizar y compendiar la LSM en papel. Me refiero específicamente


          267   Recientemente se ha intensificado la observancia en la lengua de señas o el Braille por la crítica efectuada sobre las
               propuestas de usar un lenguaje inclusivo que suprima la «e» por la «a» y la «o». «Aprender Braille o lengua de señas
               sí es inclusión, no cambiar una letra» es una frase que se ha hecho popular para desacreditar el llamado lenguaje
               inclusivo. Sin embargo, a menudo es un discurso vacío en el que el interés por la lengua de señas o el Braille no es real,
               únicamente constituye mero pretexto para descalificar a una forma de expresión emergente.
          268   La extinta página de Facebook «Perdóname por ser sordo» (cambió de nombre) también puso en evidencia este
               discurso con memes alusivos a «amar a los sordos» y «amar a la lengua de señas».
          269   Por ejemplo, en el CONAHCYT se puede llenar el apartado de idiomas en el CVU, pero la LSM no aparece como opción.


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