Page 582 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




               Los debates que involucran casi exclusivamente a sordos, refieren a: 1) la
        introducción de señas extranjeras por parte de algunos miembros de la comunidad;
        2) las vicisitudes derivadas de las discrepancias generacionales en cuanto al uso de
        señas antiguas y nuevas, algunas de hecho por la importación extranjera impulsada
        entre jóvenes y; 3) las diferencias lingüísticas regionales. El discurso de «preser-
        vación» y «contaminación» evoca la idea de una lengua que quizá en el pasado fue
        «pura». El discurso de «antigüedad» produce un sentido de naturalidad a las señas
        «originales». La lengua LSM, sin embargo, posee en su origen influencia de la lengua
        de señas francesa, misma que también influyó en la LSA. Por lo tanto, la LSM y la
        ASL comparten una misma raíz. Con el paso de la historia, la LSM adquirió un sen-
        tido de identidad y autonomía con respecto de otras lenguas de señas, aunque las
        derivaciones, influencias y préstamos e intercambios entre lenguas de señas son un
        fenómeno antiguo. Sin embargo, los intercambios y préstamos lingüísticos actuales
        no son siempre bien recibidos.


               Ahora bien, el discurso de preservación de las señas legítimas está emula-
        do por agentes cuya posición social es de respetabilidad o autoridad: integrantes
        de familias sordas, sordos adultos mayores y quizá también algunos líderes sordos
        más jóvenes. Desde estas posiciones se ha indicado que especialmente los jóvenes
        son los responsables de introducir señas, muchas derivadas de la ASL. La diferencia
        no sólo radica en una cuestión de edad, sino también de estatus. La mayoría de los
        jóvenes sordos que conocí provienen de familias oyentes. De hecho, es bien sabido
        que la gran mayoría de sordos, independientemente de su edad, proviene de fami-
        lias de oyentes. Entonces, los jóvenes, desprovistos de capitales lingüísticos mejor
        posicionados, capitales sociales (comenzando por familias sordas que además sean
        reconocidas por la comunidad) y capitales simbólicos, se convierten en parte de los
        destinatarios del discurso de preservación.

               A diferencia de quienes aprendieron señas desde la familia o incluso en la
        antigua Escuela Nacional de Sordomudos, muchos de estos jóvenes comenzaron a
        aprender fuera del hogar y no pocas veces en contra de la voluntad familiar. Por otro
        lado, los cambios tecnológicos, como condiciones de una época, también influyen:
        los jóvenes sordos dedican tiempo a las redes sociales virtuales, de las que se apren-
        den señas de otros países. Si esta tecnología hubiese estado disponible a principios
        del siglo XX, tal vez habría pasado el mismo fenómeno (intercambio e influencia de
        las lenguas dominantes) de hoy. 272




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