Page 584 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia
Nuevamente, como sucede en las tensiones ceñidas a los sordos, las posi-
ciones de protección frente a la influencia oyente están ocupadas por sordos cuya
legitimidad les confiere la autoridad de salir a la defensa: líderes sordos, integrantes
de familias reconocidas, integrantes de asociaciones civiles o adultos sordos ma-
yores (todos ellos, de hecho, podrían ser líderes sordos). Entonces, el discurso y la
práctica oficial y legitimada de defensa y resistencia, se encarna en figuras con ca-
pitales lingüísticos, sociales, simbólicos, culturales y hasta cierto punto económicos
también; ¿existirán otros actores y modos de resistir al embate del español? Proba-
blemente sí, pero sería necesario indagarlo. Por ejemplo, el estudio de Hernández y
Maya (2016) abreva del concepto de «resistencia lingüística» para abordar cómo los
niños indígenas de escuelas en el centro de la Ciudad de México hacen frente al es-
pañol; se trata de un modo de actuación cotidiano y práctico alejado de los discursos
y acciones elaboradas y presentados muchas veces dentro de escenarios públicos
predestinados para este fin (foros, eventos académicos, entrevistas, congresos).
No pocas veces los oyentes representamos un tipo de presencia incómoda
y amenazante, ya no (sólo) por ocupar las figuras de médicos o logopedas que in-
tentan corregir la audición, la palabra oral o la escritura, sino también por las pre-
tensiones de influir, apropiarse y emplear su acervo lingüístico con fines individual-
mente oyentes. Las problemáticas relativas a los cambios lingüísticos, así como las
sanciones sociales impuestas a quienes no dominan determinados idiomas orales
y escritos en situaciones específicas, según los estándares socialmente adecuados,
también son palmarias. Sin embargo, las formas de pronunciación y escritura «inco-
rrectas» generan reacciones distintas según quienes las comentan. Por ejemplo, no
es el mismo sentido de la falla comunicativa y la consecuente presión que se ejerce
sobre personas cuya lengua es indígena y sobre quienes acuden al español en su
calidad de extranjeros blancos, europeos o anglosajones. Por mucho, la situación
de los sordos es más similar a la de los indígenas que a la de los extranjeros (que en
determinados contextos son percibidos como portadores ejemplares de una educa-
ción multilingüe o que hacen un favor al hablar el idioma local).
Las correcciones que se ejercen desde las lenguas dominantes no son, en
absoluto, similares a las que se esbozan cuando alguien de un grupo mayoritario y
dominante decide, a menudo por un interés o gusto y no por necesidad o coacción,
acercarse a una lengua subalternizada. Mientras que el ejercicio de inculcación de
la lengua oral en sordos representa una empresa médica y logopedia de normaliza-
ción casi siempre forzada, las solicitudes comunitarias de respeto sobre las formas
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