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La lengua de señas como acervo disputado



                ce distinto en el mismo grupo, o sea, llegaba una persona y se integraba al grupo, pero cada quien
                tenía un avance diferente. Todos repasábamos según el nivel que llevara cada uno y así poder
                terminar mientras otro apenas estaba empezando. Era un poco extraño, pero yo veía a alumnos
                que estaban avanzando bien y yo me sentía bien con ese grupo, pero como que sentía que faltaba
                algo… (mujer sorda, encargada de cursos de LSM).

                 Lo anterior significa que, si bien se han hecho públicas las distintas que-
          jas sobre el papel de los oyentes en torno de los cursos de LSM, también existen
          tensiones y señalamientos entre los mismos sordos sobre la calidad de los cursos.
          El pasaje citado expone una postura mesurada, pero otros sordos sí han sido más
          críticos sobre el modo en el que otros sordos estructuran los cursos y la metodolo-
          gía que desarrollan para enseñar. En ocasiones los alumnos también son objeto de
          las diferencias entre quienes ofrecen cursos: serás mirado según con quién hayas
          dicho que comenzaste a aprender señas. Así será al menos en un inicio, hasta que
          la percepción de los nuevos profesores logre cambiar sobre el estudiante según su
          desempeño. Asimismo, para algunos sordos que conocí, es importante saber si se ha
          estudiado con oyentes o con sordos. Conociendo este tipo de vicisitudes, a algunos
          estudiantes de señas les preocupa cómo serán interpretados por quienes dirigen
          cursos, dado que llegan a tomar clases en más de un lugar.

                 Por otro lado, si bien la mayoría de los cursos son ofrecidos por miembros
          de la comunidad (a excepción de aquellos oyentes criticados por su bajo nivel en el
          idioma y participación con la comunidad) en años recientes también se han involu-
          crado nuevas entidades públicas, religiosas e incluso privadas. Además de la Biblio-
          teca Vasconcelos, el INDISCAPACIDAD o el Instituto Nacional de Rehabilitación que
          ya llevan algún tiempo dando cursos, determinados partidos políticos respaldados
          por sordos y también el DIF de la Ciudad de México comenzaron a ofrecer clases.


                 Esta última instancia abrió a principios de 2019 la Academia de Lengua de
          Señas Mexicana en la Alcaldía de Xochimilco. Si bien durante la inauguración acudie-
          ron distintos sordos, especialmente líderes, al poco tiempo comenzó a hacerse no-
          tar que estos no participaron como parte del pódium en el evento inaugural. Luego
          comenzaron a circular rumores sobre la falta de participación real de sordos en el
          proyecto. Algunos sordos me señalaron que no confiaban mucho en el proyecto por
          su dirección y calidad. Además de esta nueva academia, el Instituto de la juventud
          de la Ciudad de México también decidió lanzar sus cursos, aunque las críticas no se
          hicieron esperar. Hubo quienes argumentaron que se trataba de cursos exprés en
          los que se emiten constancias con gran facilidad.   No indagué personalmente más



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