Page 599 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Conclusiones




          ferior derecho. Desde luego, su aparición no es resultado de un hecho fortuito o
          de mero acto político cosmético (aunque muchas veces se utiliza para mostrar una
          imagen de «inclusión»). Su presencia se debe a una larga lucha de la comunidad
          Sorda por el acceso a la información pública. Aunque cada vez más se interpreta en
          más sitios, hoy todavía es insuficiente. Del otro lado de la pantalla, la gente, la de
          hecho llamada «audiencia», no ignora el recuadro que está acostumbrándose a ver.
          Es probable que la interpretación en los medios de comunicación o en sitios físicos
          ayude a visibilizar a las personas sordas y evidentemente a quienes ejercen esta
          profesión. Aunque, por sí solo, el suceso está lejos de desmontar diversos prejuicios
          reiterativos que giran en torno de las personas sordas, las lenguas de señas o la in-
          terpretación de señas.


                 Quizá el lector o lectora comparta este tipo de afirmaciones que comúnmente
          he escuchado o leído antes, durante y después del trabajo de campo: los intérpretes
          están ahí para «traducir» al «lenguaje» «universal» de señas la información y así los
          «sordomudos» la puedan entender. En sí misma la aseveración no es errónea, aunque
          guarda al menos cinco nociones controversiales con las que luchan día a día muchas
          personas sordas. En primer lugar, la traducción alude a la conversión de textos de
          un idioma a otro, mientras que la interpretación sucede en vivo, en este caso de la
          lengua oral a las señas o viceversa; cuando vemos a intérpretes en la pantalla están
          interpretando, aunque en otros contextos también pueden ejecutar traducciones.

                 Por otro lado, se reafirma el viejo prejuicio ya conocido en la antigua Grecia
          sobre la mudez y en el trabajo de campo fue algo cotidiano. En tercer lugar, recurren-
          temente las personas oyentes nos referimos de modo indistinto a las señas como
          «lengua» o como «lenguaje», sin embargo, este concepto es de gran amplitud: existe
          el lenguaje de las computadoras, de las matemáticas, de la naturaleza y así sucesiva-
          mente. Aunque pareciera ingenua la ambigüedad acerca de si las señas son más que
          un lenguaje, la confusión pone de manifiesto la dificultad, incluso la voluntad política
          y académica, de considerarlas como una lengua más, es decir, como un idioma.

                 En el mismo sentido, frecuentemente se cree que la lengua de señas es «uni-
          versal». Como sucede con las lenguas orales, existen genealogías e influencias lin-
          güísticas, pero tiende a predominar la formación de idiomas de señas en función de
          los estados-nación: la Lengua de Señas Mexicana (LSM), la Lengua de Señas Britá-
          nica (BSL por sus siglas en inglés) o la Lengua de Señas Japonesa (LSJ) son singula-
          res, cada una con sus señas y reglas gramaticales particulares (Ver anexo). Existen,



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