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Construcción científico-estatal de anormalidad en la Ciudad de México




                 Por ejemplo, el médico Uribe Troncoso proponía la aceptación de los niños
          «anormales» en el sentido médico y en el étnico, de tal suerte que formaran grupos
          para realizar su encauzamiento a la normalidad (Zardel, 2010). En 1908 la Ley de
          Educación Primaria estipulaba que la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Ar-
          tes establecería escuelas para los niños con un deficiente desarrollo físico, intelec-
          tual o moral y posterior a su instrucción se incorporarían a las escuelas regulares
          (Cruz, 2014).

                 Las incipientes prácticas de control también habían incluido desde 1906 los
          exámenes antropométricos, cuyo objetivo era establecer diagnósticos objetivos a
          partir de la medición y cuantificación de cuerpos y poblaciones por medio del Servi-
          cio Higiénico Escolar, departamento creado en 1909 (Granja, 2009). Con las pruebas
          antropométricas se buscaba crear una «estadística nacional» que permitiera valorar
          si las características físicas y de crecimiento de los mexicanos estaban dentro del
          parámetro occidental o si la niñez debía evaluarse como «anormal» (Del Castillo,
          2005; Granja, 2009).

                 Convertida en un verdadero laboratorio, la escuela pasaba a conformar un
          campo de observación que derivaría en múltiples clasificaciones de la niñez, cuyo
          registro quedaba asentado por escrito. En 1910, el connotado médico José de Jesús
          González, publicó «Higiene Escolar», obra en la que dedicó un capítulo a la clasifica-
          ción de la niñez retardada y anormal (Padilla, 2009). En esta época las nociones de
          educación especial, retraso escolar y la dualidad normal-anormal cobraron fuerza. 40

                 En «Higiene Escolar» los retardados eran aquellos que se retrasaban en el
          curso de sus estudios y los anormales presentaban alguna anomalía física, intelec-
          tual o moral (Padilla, 2009: 108). Los sordomudos, que entraban en la segunda cate-
          goría, eran diferenciados por «disminución de la agudeza auditiva a causa de otitis,
          timpanitis y tapones de cerumen en el conducto auditivo. En esta categoría también
          se incluían los tartamudos, los de locución lenta y difícil y los atacados de frenillo»
          (Padilla, 2009: 109).


                 En realidad, esta clasificación entre retardados y anormales resultaba con-
          fusa, dado que una persona podría entrar en ambas. Lo relevante es que surgían for-
          mas de clasificación que con el tiempo se fueron sofisticando y ensanchando, hasta


          40   Según se ha visto en el capítulo anterior, las nociones de lo normal y lo anormal surgieron en Europa en el siglo XIX.


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