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Gabriel Tolentino Tapia




               Continuando con la línea marcada por los trabajos de Jullian (2002, 2013),
        Cruz (2014) y Cruz y Cruz (2013), es importante vislumbrar cómo los procesos en-
        dógenos que ocurrían en la Escuela Nacional de Sordomudos y Ciegos y los exóge-
        nos que acabo de relatar en este apartado, confluyeron en la consagración de una
        política educativa que dio un viraje casi al final de la primera mitad del siglo XX. El
        impacto se produjo decisivamente no sólo en las formas de educación de las perso-
        nas sordas, sino también en las maneras de hacer comunidad. Otros espacios ocupa-
        rían su lugar, pero también habrían emergido desde principios del siglo XX. Uno de
        estos fue el religioso.

               Finalmente, más allá de las escuelas con las que se buscaba clasificar y se-
        gregar a la población anormal, también subsistieron ideas que pretendían impedir
        la reproducción biológica de aquella gente indeseable. A modo de ejemplo, en 1940,
        Esperanza Peña Monterrubio presentó una ponencia en el Primer Congreso Nacio-
        nal de Prevención Social, señalando que era un lastre sostener instituciones que
        albergaran a gente con defectos. En contraparte, proponía que el departamento de
        salubridad realizara esterilizaciones con el apoyo de varios médicos especialistas
        y abogados, como dictaminadores (Urías, 2003). Los candidatos serían gente con
        esquizofrenia, oligofrenia, locura  cíclica,  epilepsia esencial,  cardiopatías femeni-
        nas, deformaciones hereditarias graves e irreductibles, hemofilia, esclerosis lateral
        amiotrófica, ceguera y sordomudez hereditaria (Urías, 2003).

               Gutiérrez (2012) habla ya de la construcción de un modelo de la discapaci-
        dad que empezó a emerger durante las primeras décadas del siglo XX, sin embargo,
        es una visión del presente al pasado. Tendrían que pasar varias décadas y diversos
        fenómenos sociales en el mundo, especialmente el anglosajón, para que se hablara
        propiamente de la discapacidad como categoría para agrupar a un conjunto de suje-
        tos con distintas condiciones corporales, psicosociales, mentales y sensoriales.

               De la inutilidad al defecto: práctica estadística y migración. La construcción
        histórico-social del sujeto se produce de manera paralela a través de las interaccio-
        nes comunes dentro de las distintas esferas de la vida cotidiana y también desde
        las macroestructuras sociales, pudiéndose dar una correlación de sentidos. Hasta
        ahora me he ocupado especialmente de lo que sucede con respecto a las esferas
        cotidianas como la salud, la educación o lo legal y su intersección entre estas. Desde
        ese nivel es posible vislumbrar cómo las prácticas van generando estructuras en
        términos sociológicos e históricos, es decir, estructuras sociales más duraderas en el



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