Page 24 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Su disertación expresa fehacientemente lo que trato de denominar como «razón
        oyente», un término que podría ayudar a comprender las relaciones entre sordos y
        oyentes. Su origen es resultado de la colisión entre mis prenociones, la investigación
        etnográfica, el examen de otras investigaciones empíricas, el estudio de procesos
        históricos, teorías y conceptos revisados. En este sentido, el de «razón» es cardinal.
        Acudiendo a las filosofías de Hegel, Marx y Foucault, Pérez señala que la razón es
        «un producto de la acción colectiva que se despliega cotidianamente en la confron-
        tación que los seres humanos entablan entre sí y con el medio natural que los rodea
        y los resiste» (2013: 15).

               De su esbozo filosófico plantea que la razón es pensamiento en acción prác-
        tica, la cual se apropia del mundo natural para hacerlo inteligible. En definitiva, Pé-
        rez (2013) refleja una tríada de prominentes tradiciones filosóficas según las cuales
        confluyen en señalar que la actividad intelectual y práctica no son cosas indepen-
        dientes porque se conjugan y redefinen mutuamente en el mismo acto. En deuda
        con esta perspectiva que, desafortunadamente por cuestiones de enfoque y exten-
        sión no es posible examinar a mayor profundad, me limito a retomar tales postula-
        dos para ensayar una primera descripción de lo que puede entenderse por razón
        oyente.


               Si comenzamos por consentir la presencia de distintas «caras» de la razón,
        la razón oyente constituye un modo relacional de concebir y de actuar en el mundo
        y sobre el mundo. Tiene sentido de erigirse, de existir y de conceptualizarse como
        tal en la medida en que no todo ser vivo, especialmente humano, es oyente. En con-
        secuencia, emerge por oposición a lo no oyente: lo sordo. En nuestro mundo, este
        tipo de razón rige no sólo desde un punto de vista estadístico mayoría-minoría de-
        mográfica, sino también cualitativo, dado que domina sobre los modos de aprender,
        de comunicar y de producir las cosas del entorno físico.


               Las sonoridades de los objetos fabricados, de la oralidad (el sonido de la
        voz) y de la naturaleza misma, se hallan intrínsecamente relacionadas con la capaci-
                                                                                    4
        dad de oír y de escuchar; no existe lo uno sin lo otro, al menos no para los oyentes.
        4   «Oír» es una condición fisiológica, sensorial y neurológica, mientras que «escuchar» implica dotar de sentido a la infor-
           mación sonora (Nancy, 2007); es un proceso intersubjetivo y cultural. Por lo tanto, significa comprender y responder a los
           sonidos del entorno y todas las producciones culturales sonoras, incluido el habla oral. Conceptualmente, me perfilo por
           el oír, dado que es la condición primaria y necesaria para el desarrollo de todo aquello susceptible de ser escuchado. Así,
           por ejemplo, cuando se trabaja sobre la audición de los sordos, técnicamente se interviene en la capacidad fisiológica,
           esperando que responda para producir la escucha. Sin embargo, incluso las tecnologías más modernas (implante coclear)
           no siempre logran convertir el oír (ruidos) en escucha comprensiva y significativa.

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