Page 27 - Más allá de la razón oyente digital digital
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En términos de Braudel (1970) la razón oyente sería la sedimentación de
          prácticas, representaciones y discursos más o menos estables y crecientes, desa-
          rrollados en un «tiempo estructural», es decir, en la «historia de larga duración»;
          lo que según el citado autor podría definirse como «encuadramientos mentales» (y
          prácticos) de larga duración (Braudel, 1970). Por lo tanto, si asistimos a una razón
          oyente, esta es producto de un esbozo colectivo e histórico. En consecuencia, el pre-
          sente estudio requiere iniciar procurando responder a la pregunta sobre cuáles son
          los orígenes de la razón oyente (Parte 1 del libro), bajo qué elementos o procesos
          socio-históricos se ha forjado y cómo es que construye al sujeto sordo.


                 Ahora bien, la razón oyente no sólo opera por encima de las voluntades de
          quienes se convierten en su «materia prima» tratando de salvar al sujeto sordo de su
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          propio infortunio.   En el mismo acto homogeneiza, reduce y somete según el área
          de especialización. Es aquí donde tal tipo de razón dividida en saberes y técnicas, al
          negar y objetar la cualidad comunicativa vinculada a las señas, también anula la cul-
          tura y los lazos sociales de la comunidad Sorda. No obstante, así como las áreas mé-
          dicas, logopédicas y pedagógicas o sociales y políticas se han diversificado, encontré
          que la comunidad también lo ha hecho a lo largo de la historia resistiendo y siguien-
          do el ritmo social moderno, luego posmoderno, cada vez más global y precisamente
          más plural: grupos e identidades de clase, políticas, de género, regionales o locales,
          deportivas, religiosas, artísticas, laborales o gremiales circundan vigorosamente a la
          citada comunidad. Razón oyente y pluralidad comunitaria son, pues, dos procesos
          vigentes y simultáneos hasta hoy. Mi premisa es que dicha diversidad tiende a ser
          cada vez mayor, en buena medida como parte y resultado de movimientos identita-
          rios más generales en los que participan los oyentes, aunque siendo notablemente
          un proceso mucho más lento al interior de la comunidad debido a varios motivos.
          Por ejemplo, las exclusiones lingüísticas y las continuas dificultades de llevar la in-
          formación del mundo oyente al de los sordos.

                 Si desde la razón oyente en su aplicación demográfica y estadística las per-
          sonas sordas conforman un grupo minoritario a partir de un atributo sensorial (no
          lingüístico, dado que este marcador no se pregunta en censos y conteos de pobla-
          ción), para la mirada del etnógrafo que a menudo trabaja en solitario, esa minoría
          se convierte en un mundo social extenso y complejo; de acuerdo con el Instituto
          Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) en 2020 habitaban 1, 350 802 personas


          6   Esta apreciación remite a la noción del indigenismo como política que intentaba «salvar al indio de sí mismo» (Botero,
             2013).

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