Page 25 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Dado su carácter de reflexión y de práctica que se ejerce indisolublemente en el mis-
          mo evento, la razón oyente no sólo regla y arregla los objetos del mundo conforme
          a su cualidad sensorial y oral, sino que también, y de modo incesante, lo hace sobre
          la condición sorda de quien la experimenta. Esto es, la razón oyente actúa sobre la
          audición apartándola de los sentimientos, los deseos y los horizontes de vida discu-
          rridos por las mismas personas sordas.

                 Así como Dios dijo: «hagamos al hombre a nuestra imagen y nuestra seme-
          janza» (Génesis 1:26), los humanos en la tierra, aquellos concebidos y autoconcebi-
          dos como «normales», erróneamente han tratado de replicar intentando acercar a
          su estándar a todo aquel considerado corporal, mental, psíquica, sensorialmente y
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          también espiritual y moralmente «desviado».   Sin embargo, el ser humano diver-
          gió del plan de Dios porque este no se puede igualar físicamente. La semejanza con
          Dios, según Tábet (1985), habría que buscarla en su «inteligencia» que otorga potes-
          tad sobre la naturaleza y otros seres, no obstante, el ser humano también la ocupó
          para dominar a sus congéneres, en este caso tratando de asimilar a aquel carente de
          audición, habla e incluso de la misma razón, según el prejuicio que vincula mecáni-
          camente la audición con la palabra y con la facultad de la inteligencia.

                 La razón oyente se esfuerza no sólo por comprender la ausencia de la audi-
          ción y la correlativa ausencia de la palabra oral, sino también incentiva prácticas de
          carácter normativo, cuyo objetivo es habilitar o re-habilitar (cuando se diluyó luego
          de nacer) la audición y la palabra oral. Para lograr urdir y producir a un sujeto más
          familiar desde el punto de vista auditivo y especialmente comunicativo, los oyentes,
          como detentores de dicha razón, habrán echado mano de su misma razón para for-
          jar a lo largo de la historia un conjunto de métodos y de procedimientos científicos,
          médicos, tecnológicos, logopédicos y comunicativos.

                 Desde luego, entre lo propiamente oyente y sordo existe una gradación audi-
          tiva técnicamente medida y valorada. Hasta cierto nivel, según los criterios y exigen-
          cias de los oyentes, la hipoacusia es aceptable. Empero, cuando se convierte en un
          malestar comunicativo (la producción de discapacidad según la teoría social acerca
          de las interacciones incómodas entre corporalidad y sociedad), ya sea detectado
          desde el nacimiento o en otra etapa de vida posterior, enseguida entrarán en escena

          5   Antes de que llegara a la conclusión de que los oyentes pretendemos hacer de los sordos unos seres más semejantes a
             nosotros, Gertz (2008) y Valente (2011) habían llegado a una idea similar. Lo que destaco es la analogía con el conocido
             pasaje de La Biblia y cómo es que el uso de la razón, como atributo condonado por Dios, ha sido usado para negar la razón
             en «otros» y pretender facultarlos de las cualidades auditivas y orales consideradas necesarias para vivir plenamente.

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