Page 31 - Más allá de la razón oyente digital digital
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co» (por ejemplo, formas verbales y escritas de expresión), para incluir no sólo a las
lenguas de señas, sino también atributos sensoriales y tecnológicos (capítulo VII).
Regresando a los atributos etnográficos del estudio, al poner a discusión el
asunto de la pluralidad, se comienza por manifestar la presencia de determinados
grupos poco «atractivos» o simplemente no abordados en términos académicos,
como pudiese ser el caso de las congregaciones de señas de los Testigos de Jehová,
equipos deportivos (especialmente del fútbol) o grupos de choferes de Uber. Ade-
más, la investigación no sólo refleja cómo cada grupo (especialmente los religio-
sos, vagoneros y asociaciones civiles) forma parte de estructuras sociales de interés
particular más extensas, sino también cómo se establecen determinadas relaciones,
sobre todo interpersonales entre miembros de tales grupos y estructuras más am-
plias. De este modo, aunado a las relaciones sociales visibles, las no-relaciones tam-
bién se muestran importantes porque expresan procesos de diferenciación y sepa-
ración tanto física como social, así como fenómenos de orden más subjetivo, como
ocurre con los prejuicios e imaginarios intragrupales que detecté. En consecuencia,
comunidad como «una», dada su cualidad lingüística principal, pero marcada por
diversidades que giran en varias direcciones.
Además de los posibles aportes del estudio, propongo una perspectiva críti-
ca de la comunidad Sorda, que si bien pone en primer lugar el cariz lingüístico-cultu-
ral que la define, alerta sobre los siguientes elementos: 1) confrontar ciertas nocio-
nes romantizadas, monolíticas y desprovistas de análisis sociológicos, geográficos,
políticos y hasta económicos (por ejemplo, el valor monetario que hoy tienen las
señas y sus implicaciones) que hacen del sujeto sordo un nuevo «buen salvaje», en
tanto que «ser» naturalmente vulnerable y necesitado del «don» de la inclusión de
los oyentes; 2) discutir las formas de representación social de la comunidad a partir,
casi exclusivamente, de sus integrantes escolarizados o que participan de la repre-
sentación comunitaria y política, dejando de lado muchas otras formas de asumirse
como sordos; 3) en términos espaciales, examinar qué otros lugares de socializa-
ción, además de la escuela tradicionalmente analizada, están habilitados para las
personas sordas. También poner de relieve cómo y bajo qué circunstancias determi-
nados «lugares sordos» están incluyendo la participación de oyentes; 4) poner a dis-
cusión cómo otro conjunto de «sufijos de la opresión» (racismo, clasismo, capacitis-
mo, machismo y homofobia sin que dependa del sufijo) se producen y reproducen al
interior de la comunidad según registré en el trabajo de campo, pero entendiéndose
no como un fenómeno «natural» o exclusivo de esta colectividad, sino como efecto
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