Page 258 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        bles a todos los miembros de una misma comunidad lingüística, no obstante, varias
        problemáticas quedan a la deriva. Una de estas se relaciona con la idea implícita en
        Berger y Luckmann de que las lenguas «están ahí» en tiempo y en espacio invaria-
        blemente dispuestas a los sujetos. 122

               Así las cosas, a pesar de poseer la cualidad de anteceder al sujeto (lo mismo
        que las instituciones de rehabilitación y las tecnologías de audición y comunica-
        ción), de estar habilitada en tiempo y en espacio permanente, de poder transmitirse
        a través de canales institucionalizados o informales y de constituir un mecanismo
        esencial para establecer el vínculo del sujeto con la sociedad y viceversa, la lengua
        no siempre se presenta realizable para todos los sujetos o sólo lo es medianamente.
        En el caso de las personas sordas, asistimos a la escisión del sujeto con respecto del
        mundo sonoro, audible y oral. Con la salvedad de algunos casos donde hay antece-
        dentes genéticos (y aun en esas situaciones nada está garantizado) nacer o volverse
        sordo constituye un suceso a menudo irremediable, irreversible y azaroso. Por lo
        tanto, al menos en un inicio, lo común es el aislamiento y la dispersión individual de
        los sordos en los marcos espaciales y temporales de determinada sociedad. En ese
        contexto, los idiomas verbales «omnipresentes» e impuestos no siempre son bien
        recibidos y aprehendidos por las personas sordas.

               En contraste, para aprender señas se requiere acudir donde estén disponi-
        bles. Atendiendo al hecho de que la mayoría de las personas sordas proceden de fa-
        milias oyentes, esta institución, considerada como principal en los procesos simul-
        táneos de transmisión de la lengua y de socialización de sujeto (Berger y Luckmann,
        2003), tiende a ser sustituida por otras entidades sociales formales o informales.
        Por ejemplo, el relato con el que inicia este capítulo deja ver cómo la profesora Irma
        tuvo su primer contacto con la lengua de señas a partir de un encuentro deportivo
        en Guadalajara, Jalisco. Luego de ese suceso comenzó a interactuar más con sordos
        señantes que habitaban en la Ciudad de México.





        122   Otra de estas problemáticas refiere a la consideración de rupturas y conflictos entre quien es el depositario y quienes
            se encargan de suministrarle el «sistema de signos» con la finalidad de que el primero pueda comprender y transmitir
            lingüísticamente sus apreciaciones del mundo que le rodea. Este cisma problemático puede ocurrir entre sujetos de
            distintas culturas o con alguna discapacidad, considerados por la sociedad como «problemáticos» o «incapaces» frente
            a la tarea de aprender la lengua oficializada. De igual modo, suelen emerger problemas de legitimidad entre grupos lin-
            güísticos en contacto. Ahí donde se erigen fronteras y fricciones sociolingüísticas, quedan expuestas disputas sobre cuál
            es el «sistema de signos» que debiera de prevalecer sobre los otros, desde el que se cree que sólo es posible nombrar
            las cosas y aceptar su significado.


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