Page 259 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Experiencias com-ún-itarias de iniciación en las señas
Este hecho supone que, para aprender y socializar en un idioma que comen-
zaba a despertar su interés y a permitirle hallar significado de las cosas de este mun-
do, debía desplazarse entre ciudades. Hay en este tipo de fenómenos un elemento
eminentemente espacial vinculado a la lengua de señas y a la socialización mediante
esta. Se precisa, pues, de ir más allá del hogar para aprender señas. En este sentido,
la idea de «ir más allá» refiere a un desplazamiento en su acepción tanto social como
espacial. Todas las lenguas están espacializadas, sin embargo, el modo en el que
se exteriorizan y presentan ante la sociedad, revela no sólo su carácter geográfico,
sino también las relaciones de poder lingüístico que se ejercen entre estas. Encon-
trarse con las señas no resulta tan sencillo como sucede con los idiomas orales. En
adelante me ocuparé de aquellos sitios donde la LSM y sus hablantes aguardan a la
«espera» de sus nuevos integrantes.
3. Experiencias de primer encuentro con la LSM
Se dice que la mayoría de las personas sordas proceden de familiares oyentes (Cruz,
2008; De Clerck, 2018; McDonald, 2010; Pfister, 2015). La versión opuesta es aque-
lla en la que por lo menos el padre o la madre son sordos y los hijos también. Sin
embargo, durante el trabajo de campo identifiqué que son mucho más comunes las
parejas sordas. Quizá en estas circunstancias familiares es donde el encuentro con
las señas ocurre de modo más directo, aunque no precisamente de modo sencillo.
En realidad, se afrontan distintas vicisitudes. El acceso social y geográfico a las se-
ñas, la presión del mundo oyente o la necesidad repentina de acudir a las señas por
pérdida de audición en la vida adulta, se presentan como problemáticas alrededor
de las familias sordas.
Julieta proviene de una familia con varios parientes sordos. Según la explica-
ción que ella sabe es que posiblemente en generaciones anteriores hubo el encuen-
tro de primos quienes comenzaron a tener descendencia sorda, situándose parti-
cular, aunque no exclusivamente, en su generación, dado que tiene varios primos y
hermanos sordos. Como en muchas otras historias similares, Julieta relata que junto
a sus dos hermanos sordos fue sometida a distintas terapias de re-habilitación audi-
tiva y oral, aunque sin mucho éxito. Fue hasta los 18 años cuando tuvo su primer en-
cuentro con las señas a través de un hermano suyo que había migrado a la Ciudad de
México. Ahí él conoció un club de sordos donde comenzó a aprender. En Chihuahua,
donde vivieron durante la niñez y luego en Cuernavaca, Morelos, al parecer no había
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