Page 264 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




               Cuando el acceso a las señas y a la comunidad no está disponible por medio
        de grupos cercanos como la familia, los cursos de vida tienden a ser más comple-
        jos en el sentido de circular con mayor intensidad en el marco de las instituciones
        públicas y privadas de rehabilitación, como justamente le ocurrió a Olivia. Ella y
        yo coincidimos en algunos cursos de joyería y de LSM en IncluSor. Nació en 1968 y
        desde los 12 años comenzó a experimentar pérdida de audición. Relata que, durante
        los primeros encuentros con médicos para tratar de resolver su situación, tenía la
        intuición de que las señas podrían ser una «solución». Durante el encuentro con una
        audióloga que la revisó como parte del servicio médico que le ofrecían por medio
        del trabajo de su pareja, Olivia le planteó, a modo de consulta, si las señas o la lectu-
        ra labio-facial le podrían servir y dónde podría aprender. Bajo el argumento de que
        «hablaba bien», la especialista le contestó que no tenía por qué aprender lengua de
        señas. La audióloga estaba desestimando la subjetividad de Olivia, en tanto que ella
        estaba escuchando una voz adecuada, pero al parecer estaba dejando de lado las
        dificultades de su paciente en cuanto a la comprensión de un idioma sonoro.

               En los sitios médicos históricamente el acceso de las señas ha sido limitado
        e incluso abiertamente negado. Durante el capítulo III hubo oportunidad de descri-
        bir cómo paulatinamente la Escuela Nacional de Sordomudos (ENS) se transformó
        radicalmente en una entidad formalmente médica, hasta llegar a incluirse dentro del
        Instituto Nacional de Rehabilitación (INR). Al menos de la región metropolitana, pero
        seguramente de otras zonas del país, acuden familias con sus hijos o hijas sordas al
        INR buscando resolver un «problema» que posiblemente emergió inesperadamente.

               Luego del fracaso rehabilitatorio narrado una y otra vez en las entrevistas,
        las personas también tuvieron su primer encuentro con las señas de modo un tanto
        inadvertido. La separación factual entre el enfoque médico-rehabilitador y el en-
        foque lingüístico y cultural nos ha indicado que las señas se aprenden lejos de los
        hospitales. Algunos lugares, sin embargo, no están exentos de recobrar parte de su
        esencia, aunque marginalmente.

               Luego de abordar el tema sobre sus primeros encuentros con la LSM, Olivia
        retornó en la entrevista porque había olvidado contar cuando también acudió al
        INR. Sin embargo, su experiencia estuvo marcada por las largas temporalidades bu-
        rocráticas y por el enfoque audista que privilegia el oír y la voz. «Alguien» le comen-
        tó que ahí estaban dando cursos de señas. Animada por la noticia, acudió aunque
        desestimaba el proceso previo antes de que alguien pudiera acceder a los cursos:



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