Page 268 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




               En todo caso, el IPPLIAP, que habría comenzado como una institución de
        tendencia oralista (vislumbrándose en su nombre: «Instituto Pedagógico para Pro-
        blemas del Lenguaje») es ejemplo fehaciente de las transformaciones instituciona-
        les, seguramente influidos por los cambios sociales, culturales y políticos aconteci-
        dos en determinada época. Con ello no estoy sugiriendo que el INR deje de ser como
        lo conocemos, pero sí es posible advertir grietas, vínculos y capacidad de agencia de
        sus miembros.

               Durante el capítulo anterior se distinguió la importancia histórica de las es-
        cuelas con relación al establecimiento de comunidades sordas en todo el mundo. En
        ese tenor, una abultada bibliografía coincide en señalar que es en su interior (algunas
        veces en forma de internado dirigido por organizaciones religiosas) donde tiende a
        ocurrir el primer contacto con las señas y más personas Sordas (Breivik, 2005; Fjord,
        1996; Haualand, Grnningsμter y Skog, 2003; Johnson y Erting, 1989; Leith, 2016; Mc-
        Farlin, 2010; Pfister, 2015; Sutton, 2010). La escuela es, además, como sostiene Ladd
        (2003), el sitio por excelencia donde confluyen y se narran historias personales.

               A dicha institución también se le atribuye un papel cardinal en la armazón
        de identidad con la que comienza a distinguirse entre «ellos» y «nosotros» (Pfister,
        2015; Young, 2016). No pocas veces las personas sordas la han identificado como
        el segundo o incluso primer hogar y familia (McFarlin, 2010). Pese a esta vitalidad,
        en México sucede que las escuelas que promueven las señas son escasas, la mayoría
        están ubicadas en la Ciudad de México y su fundación es relativamente reciente.
        Lo anterior es expresión de la incipiente institucionalización de las señas, al me-
        nos dentro del sistema escolar. También sugiere que la escuela es sólo un lugar más
        dentro de la «geografía sorda», al menos en la Ciudad de México, donde la lengua de
        señas y la socialización yacen en apertura para futuros miembros.

               Dado que son escasas las escuelas para sordos, estas generan atracción no
        sólo en la Ciudad de México y el área metropolitana, sino también a nivel nacional,
        como lo demuestra Jesús; él es de los pocos Testigos de Jehová que conocí en Milpa
        Alta, cuyo aprendizaje de señas ocurrió antes de afiliarse a esta religión. Sus prime-
        ras señas fueron aprendidas en el entorno escolar luego de migrar de provincia a la
        capital del país:

            y en el religioso. Estas características hacen suponer que las personas oyentes vinculadas a las señas se «mueven» den-
            tro del circuito de lugares que conforman la «geografía Sorda de la Ciudad de México», franqueando distintas esferas
            sociales, algunas vislumbradas en franca oposición, como a menudo se observa entre las instancias de rehabilitación y
            las escuelas tendientes a las señas.

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